2 de julio de 07
Afortunadamente, la crítica especializada está saludando con parabienes la tercera y última parte de la gira ‘A bigger bang’ de los Rolling Stones. Y es que criticarles se ha convertido para algunos en deporte, en un ejercicio de corrección. Estos atletas del desprestigio quieren ser trasgresores pero resultan previsibles. Advenedizos o envidiosos, juegan a ser malos, pero no resulta convincente quien se expresa desde el tópico o desde una postura difícil de arropar con argumentos desapasionados. Habría que exigirles una mínima objetividad para no conculcar el derecho a la información con la opinión gratuita. Definitivamente, son los odios irrefrenables que despiertan estos músicos el síntoma inequívoco del lugar de honor que ocupan en el parnaso rockero. Aquellos que ponen en cuestión al mítico cuarteto no hacen sino sancionar su hegemonía desde hace ya cuatro décadas.
Dijo Truman Capote que Mick Jagger sobre las tablas se movía como una mezcla de ‘majorete’ y de Fred Astaire. Si los Stones son mucho más que un grupo, Jagger también es mucho más que un ‘frontman’ al uso. Caballero del Imperio Británico, lidera una banda en la que todos y cada uno de sus miembros se revelan imprescindibles. Si el ‘rock’ se ha convertido en la expresión cultural más importante de la segunda mitad del siglo veinte es gracias, sobre todo, a la chispa que alimentaron ellos. El grupo británico tomó el testigo de Elvis –“Antes de Elvis no había nada”, llegó a declarar John Lennon- para trascender todo contexto musical y convertirlo –convertirse- en un indudable fenómeno sociológico. Los Stones han representado, mejor que nadie, la versatilidad de un género promiscuo y bastardo, que bebe de las fuentes del ‘blues’, se roza con el ‘jazz’, coquetea con el pop, tiene asumido el ‘reggae’,… Pero que nunca abandona la fiereza eléctrica y las contundentes bases rítmicas que lo caracterizan. Mutadas en piezas que van desde ofertorios barrocos –‘You can´t always get what you want’- hasta trepidantes secuencias de ‘garaje’ –‘Too tight’-.
La increíble y manifiesta perdurabilidad y el éxito al por mayor de los que siguen tirando los Stones como renos incansables no es sólo atribuible a sus mágicos ritmos sincopados, a sus acordes en quinta y en séptima, a su ‘pentatónica’ exprimida hasta parecer ‘septatónica’ o ‘heptatónica’ y a todo el arsenal de recursos técnicos y sonoros presentes en su obra: ‘slide’, ‘bottleneck’, frases con notas dobles y desplazamiento, ‘pedal steel’, etcétera, etcétera. Basta echar un vistazo a algunas letras de canción para darse cuenta de que el talento ‘stone’ excede lo estrictamente musical para dar en lo literario. Recorrer sus textos supone un paseo desde el Everest –‘Sympathy for the devil’ es una de las mejores canciones jamás escritas- a geografías por debajo del nivel del mar –la descarada y banal ‘She´s my little rock and roll’-. Y todo sin solución de continuidad. En el camino se suelen dar cita lo urbano –‘Star, star’-, los ajustes de cuentas amorosos, tan literarios ellos –‘Under my thumb’-, el lamento hedonista –‘Always suffering’- y la confusión de sentimientos –‘Mixed emotions’-. Que ello no despiste al oyente de estrofas realmente elaboradas: algunas, inspiradas en pasajes bíblicos, como son los casos de ‘Shine a light’ o de ‘Saint of me’.
Melodías envolventes, bases musicales pegadizas y letras punzantes con las que el personal se fustiga a placer. Con ellos ‘rock’ trascendió la radiofórmula, dejó de ser mero lenguaje musical para convertirse en lenguaje social. Esta fuerza es la que lo separa del pop, asimilado por el sistema. Por eso musicazos flamencos de la talla de Mercé o de Enrique Morente confiesan que lo que de verdad les hubiese gustado es poder hacer ‘rock’ y el maestro Paco de Lucía admite que los Stones son lo que más le gusta fuera del flamenco.
Podríamos decir que Jagger pone la cordura y Richards la locura. Este último, Telecaster en ristre, ha inspirado a todos los guitarristas que después han sido. Así de fuerte. Aunque especialmente del ‘rock’, su particular manera de rasgar las seis cuerdas y de moverse encima de un escenario ha contagiado poses y ritmos a músicos de la más variada condición. A consecuencia de una enfermedad degenerativa en los huesos, el guitarrista más imitado de la Historia se halla mermado de facultades, lo cual no le impide demostrar cada noche su condición gatuna y echar un pulso a las leyes de la naturaleza. Aun torpe puede seguir siendo el mejor guitarrista rock del mundo. Con los dedos de su mano izquierda mofletudos, cada uno equivaliendo en grosor al traste de una guitarra, sigue siendo capaz de encadenar ‘riffs’ con los que poner patas arriba un estadio. El carisma no se enseña, es patrimonio de los elegidos.
Los artistas que ponen por delante, en calidad, quienes critican a los Rolling no se dan cuenta de que ¡también rinden pleitesía unánime a Sus Satánicas Majestades! Hacer entender a un profano que lo importante es el sonido y el estilo y no los malabarismos sobre el mástil, a los que cualquiera puede llegar a base de repetir escalas, es tarea inútil. Por supuesto que son la mejor banda de rock del mundo. ¡De hecho, ellos, prácticamente, inventaron el género! Como grupo, dirigido por la batuta jazzística de Charlie Watts, han sido pioneros en todo. ¿Quién puede olvidar descargas épicas a campo abierto, como aquellas de Hyde Park, acompañando las proclamas de la contracultura; o su ‘Rock and Roll Circus’ -con invitados del calibre de Jethro Tull, Lennon o The Who-, concepto luego imitado por artistas de medio mundo; o el nacimiento de los grandes escenarios, diseñados por Mark Fisher, con sonido apabullante y las pantallas gigantes de mayor nitidez construidas exclusivamente para ellos por la Nasa o la empresa Sony? Conocido es que Michael Jackson hacía ‘play-back’ en sus actuaciones, pero el autoproclamado rey del pop no tiene comparación con los verdaderos reyes del ‘rock’. Igual que el pop no es lo mismo que el ‘rock’. No hace falta remontarse al primer Woodstock o a los Live Aid para comprobar su carácter comprometido. En cada acorde distorsionado se mezcla el gusto por contrariar al poderoso. Recientemente manifestó Miguel Ríos: “Sabemos que el ‘rock’ está perdiendo influencia en la sociedad. Es una música que trabaja más para la cabeza que para el culo y, por eso, ha de pagar su peaje, como no sonar en la radio”.
Guns and Roses, Black Crowes, Seahorses, Sheryl Crow, Bob Dylan, The Pretenders, Jet, ACDC,… siempre se acompañan por teloneros de lujo que, encima, les admiran. Nunca preocupados por si pudieran ser eclipsados, sino por recompensar a su público con lo mejor de la escena musical. La gira actual llega a 2007 habiendo comenzado en 2005. No está mal para unos sesentones que se meten entre pecho y espalda una actuación cada dos o tres días y cruzan las fronteras de los países como quien cruza el dintel de la puerta de casa. En la etapa estadounidense llevaron a Pearl Jam para abrir varios conciertos. Eddie Vedder, su cantante, reconoció que, a la hora de facturar ‘rock’, los Stones siguen siendo insuperables. Nada nuevo, pero hay verdades que conviene repetir porque, como dijera Cela, “nadie escucha”.
El año pasado, en la controvertida ‘reèntre’ de Guns and Roses, Axl iba a haberlos teloneado por tierras germanas. Pero la suspensión se cruzó en su camino. En 1989 ya abrió para ellos. En diciembre de aquel año, después de una actuación en el Memorial Coliseum de Los Ángeles, un crítico de ‘Village Voice’ señaló: “Fue como poner una Honda Scooter junto a una Harley Davidson en una autopista”. El periodista musical Mariano Muniesa reconoce: “Sólo podían intentar no hacer el ridículo al lado de ellos”. Aunque los Stones les habían ofrecido más galas, los californianos declinaron la oferta habida cuenta de la diferencia que existía entre los dos grupos; se retiraron, llanamente, para salvar su imagen. Y estamos hablando de la única banda, junto con REM, que a lo largo de los años ha sido capaz de compararse a los más grandes –Beatles y Stones-, de quienes Brian May, de Queen, señaló, sólo dos años después, en el 92, que eran inigualables... pero en aquel momento Mick y Keith no se encontraban de gira. De hecho, es tal la asunción de quién manda que los propios ‘gunners’ incluyen repertorio ‘stone’ en sus directos. Últimamente se han hecho: ‘Sway’ y ‘You gotta move’; en los noventa atacaban regularmente ‘Wild horses’ y ‘Dead flowers’; y en los ochenta ‘Jumping Jack Flash’.
Los ‘glimmer twins’ lideran una formación que suena como la filarmónica de Viena. A ello contribuye el refuerzo que les prestan: un cuarteto de viento, un teclista, un percusionista y unos coristas de lujo. Mas no suenan peor solos que bien acompañados. Lo definen cada noche, ejecutando tres temas en ‘formato reducido’. Tampoco la puesta en escena es el truco del almendruco circense: ante la mirada escrutadora de un aforo restringido, su rock visceral gana. Así lo demuestran las grabaciones realizadas, por ejemplo, en el teatro Olimpia de París o en el Beacon de Nueva York. La barrera del tiempo hace años que fue traspasada. La razón dicta, pues, que estos hombres son fieles continuadores de la labor que emprendieran hace tantos siglos los monjes benedictinos gregorianos y que continuaran los Bach, Vivaldi, Haendel, etcétera: cualquier concierto de los Rolling Stones ofrece una clara demostración de que no hay más música clásica que la imperecedera.