Brizna de reconocimiento

25 de marzo de 09

“No he sido coetáneo de Velázquez o Lorca, Gardel o Quevedo, José Alfredo Jiménez o Charlie Parker y, sin embargo, forman parte de mi ADN”. Julio Valdeón Blanco. No me extraña, el ADN, chico, es muy caprichoso y se quiere quedar siempre con la más guapa. Al menos en el caso de los ‘dandies’ del ‘charme’ cultural. Esto viene para los patanes que exigen justificación de por qué se habla de lo no vivido. ¿No vivido? ¿Qué significa eso, exactamente? Hay mucho habitante del franquismo que no tiene ni puta idea de los derroteros de aquella época porque fueron prebostes o conejillos ignorantes de indias o estómagos agradecidos. Más: ¿quién es capaz de afirmar que no hay vida en el conocimiento que aporta la lectura? Eso sí, el paladar difícilmente se aprende. Me río de los que vuelven de Lisboa diciendo que no merece la pena, que es una ciudad vieja y sucia. A ver si se operan la vista y otra cosa.
Yo me acerqué a Julito –como dice Hoyas- y también me alejé. Julio Valdeón Blanco, al margen de que sepa las referencias al dedillo –lo cual no es malo-, al margen de cierta sobreexposición al malditismo, es un excelente-excelente escritor. Eso no hay que olvidarlo. Reúne más cualidades que la mayoría para estar en la pomada.

Brizna de cuentismo

22 de marzo de 09

“Nos tratan de dormir con cuentos”. León Felipe. Menos mal que hay ejemplos como Christian Salmon, quien afirma que la ética de la novela es luchar contra el 'storytelling'. O sea, contra el argumentillo.
¡La novela no es eso!

Brizna de igualdad

20 de marzo de 09

“Humanamente un voto tiene que ser igual a otro. Intelectualmente, no”. Antonio Isasi-Isasmendi. No hay cosa más igualitaria -en el sentido clásico de las oportunidades- que afirmar que todos no somos iguales. Unos se acuestan con los hechos y otros sólo los meten mano.

Brizna de belleza

14 de marzo de 09

“El mundo de los placeres ambiguos donde la belleza se libra de toda carga moral”. Manuel Vicent. Hay otros, pero el sinónimo directo más aproximado de ‘belleza’ es ‘moral’. La estética es una disciplina filosófica. Proust la subvirtió el día en que, de joven, paseaba por las Tullerías junto a la persona amada. Nunca merece la pena. Como resuelve Vicent leyendo a Proust: “La memoria y la melancolía pueden reducir a la unidad todos los días de la existencia”.
A Rubén Abella, cuyo amor esquivo es llano y firme -bravo-, le oí hace poco también que la belleza es un posicionamiento moral. Creer en Ella, pues, es acercarse a la Verdad. Obvio. Pero hay que repetirlo, ya que el desgaste que la frivolidad produce en el colectivo puede acabar reduciendo la belleza a un pintalabios. A unos escombros, o sea.

Brizna de horteras

09 de marzo de 09

“¿Por qué quiero salir ahora a la calle, quemar una bandera y gritar abajo España?” Fernando Sánchez Dragó. “Ecce homo. ¡Fuego!”. El adverbio ‘ahora’ le justificará porque él no es sospechoso de tirar a matar contra la nación, por más que su último libro esté todavía caliente. Esta pregunta inicial, tan bien formulada, la escribió el uno de julio de dos mil ocho. No había ganado el Príncipe de Asturias su candidato Goytisolo y tampoco entendía por qué vende tanto Ruiz Zafón. Yo tampoco. Que, además, esos libros comprados fueran leídos sería peor que la peor reforma educativa, una lluvia ligera antiliteraria que estandarizaría el criterio lector por debajo del betún.
En ese contexto Dragó puso la tele. Por dar una oportunidad a esa cosa llamada fútbol. Pero quedó horrorizado con “los aspavientos, los berridos y la gente con el rostro pintarrajeado” que se despepitaba en los graderíos y en las calles. Con buen criterio se cuestionó: “¿Lectores de Zafón?”. Sin duda: “el hombre masa, el hedor del establo, el mugido de la tribu”. Empacho patriótico. Pues sí, así son las cosas, Fernando. Príncipes incluidos, “todos juntos, reconciliación nacional, banderas al viento, Santiago Matamoros y arriba España”. Dragó deseaba que la selección no ganara. Pero como es un cenizo, al igual que Margaret Atwood, ganó. Y con ella, con la selección, la horterada. Yo andaba por los prados como un pastor hipnotizado ante vértigo de la capital. Aquella noche dormí intranquilo, lo reconozco, con el agolpamiento de lo rojigualdo en la memoria histórica inmediata. Los alanos habían conquistado hasta el metro, el corazón de la ciudad. Las tinieblas bajaron conrádicamente.

Brizna de primera lectura

08 de marzo de 09

“Es malo que un libro de poemas se entienda a la primera”. José Manuel de la Huerga. Me lo dice, en un céntrico café, alumbrando con las luces largas del coche ágil que es su pensamiento. Tiene razón. Por ejemplo, con Joan Margarit. Pero lo último que él ha escrito, se entiende a la primera sin demérito.
Es importante captar al lector, sugerirlo en una fase suficiente y creciente de entendimiento porque, de lo contrario, no concederá nuevas -y más provechosas- lecturas. Un libro de poemas suele tener detrás, amén de la necesaria inspiración, un trabajo ímprobo. Lo cual se ve particularmente en su trabajo, en el que la primera lectura no anula las siguientes. Al contrario, fruto del interés y del entendimiento -que sugieren las pistas no encontradas- la relectura se impone. José Manuel, como los mejores escritores, es, sobre todo, un excelentísimo -¿por qué este tratamiento es patrimonio de los alcaldes?- lector. Sé por qué lo digo.

Brizna de nubes

7 de marzo de 09

“Es más sano contemplar las nubes que tomar sicofármacos”. H. M. Enzensberger. Nunca dudé del poder terapéutico de las nubes, la textura de algodón más sagrada seguida del lomo de Platero, protagonista de la peor obra de Juan Ramón y, sin embargo, determinante para la concesión del Premio Nobel. Además, como pone de relieve Hans Magnus, “desde un punto de vista científico, el clima y las nubes no son algo que deba tomarse a la ligera”. Lo que hace no es sino es proponer distancia respecto a las cosas cotidianas, contrapesar la filosofía con el sentido común de la vida vivida, no sólo pensada.
¡Viva Aristófanes! A continuación voy a perder un poco el tiempo para ganarlo.

Brizna de oasis

6 de marzo de 09

“Lately, did you ever feel the pain / in the morning rain?”. Noel Gallager. Tengo un amigo con escala en Manchester, ese territorio de fábricas y guitarras. Si las motivaciones ulteriores del lugar lo permiten, el hombre intenta dominar el idioma como a un corcel. Pero es fastidiado. El padecimiento y el disfrute son dos sustancias viscosas que suelen darse juntas para evitar el agravio. Y cuando me escribe me gusta ver la bandera inglesa seguida de su nombre. Si yo fuera Umbral o Anson, o tantos otros dominadores del idioma, diría con mayor precisión que me la pone dura. La red, como es tonta, no sabe la nacionalidad de quien escribe, sólo el sitio desde donde lo hace.
Veo la bandera inglesa, más pirata que ninguna, y fantaseo con saltar al abordaje.

Brizna de topónimo

5 de marzo de 09

“Nombre propio de un lugar”. DRAE. Recibo correos de aquí y de allá. Españoles –sorianos- y europeos –germánicos-. Correos inefables que apartan mi vista de contingencias y me la conducen a lo importante, situado siempre más allá de la ventana, allende las nubes. No dejaremos que la incertidumbre se convierta en impaciencia. Queda mucho cielo. El de Madrid, también.
Y respondo de esta guisa literal: si tuviera claros los recursos gestores, me concentraría más y mejor en las tareas que acometo, de todos modos, con disciplina: respirar hondo, pasear, corregir poemas, recopilar relatos, escuchar a lo lejos el canto de los pavos reales como aquellos viajeros las sirenas sin cola del Hudson desde Times Square. Recortar la prensa, recoger tanto papel ordenadamente desperdigado por la habitación y leer páginas excelsas de la Literatura. Amén de otras cosas importantes, como medir el perímetro del alba. Los gestos que recibo los veo en primer plano a pesar de la distncia. ¿Para qué creer en Dios cuando se puede creer en las personas?
Ah, también creo en el DRAE y, también –por contaminación de la poesía- en el nombre impropio de las cosas.