25 de marzo de 09
“No he sido coetáneo de Velázquez o Lorca, Gardel o Quevedo, José Alfredo Jiménez o Charlie Parker y, sin embargo, forman parte de mi ADN”. Julio Valdeón Blanco. No me extraña, el ADN, chico, es muy caprichoso y se quiere quedar siempre con la más guapa. Al menos en el caso de los ‘dandies’ del ‘charme’ cultural. Esto viene para los patanes que exigen justificación de por qué se habla de lo no vivido. ¿No vivido? ¿Qué significa eso, exactamente? Hay mucho habitante del franquismo que no tiene ni puta idea de los derroteros de aquella época porque fueron prebostes o conejillos ignorantes de indias o estómagos agradecidos. Más: ¿quién es capaz de afirmar que no hay vida en el conocimiento que aporta la lectura? Eso sí, el paladar difícilmente se aprende. Me río de los que vuelven de Lisboa diciendo que no merece la pena, que es una ciudad vieja y sucia. A ver si se operan la vista y otra cosa.
Yo me acerqué a Julito –como dice Hoyas- y también me alejé. Julio Valdeón Blanco, al margen de que sepa las referencias al dedillo –lo cual no es malo-, al margen de cierta sobreexposición al malditismo, es un excelente-excelente escritor. Eso no hay que olvidarlo. Reúne más cualidades que la mayoría para estar en la pomada.