20 de oct de 09
La cabeza es la gran caja de los truenos. Leo un reportaje que dice que nuestra voz interior nunca descansa, que nuestra mente se comporta de un modo caótico y caprichoso. Todo se reduce a que, en más ocasiones de las deseadas, las químicas inescrutables que nos hacen persona provocan que el pensamiento díscolo mande sobre nuestra voluntad.
Puestos en ritmos internos, siempre el monólogo interior de Faulkner antes que el pensamiento compulsivo humano.