Brizna de bronceado

1 de agosto de 2011

“La piel bronceada sugiere tiempo libre y calidad de vida”. Ignacio Echevarría. Lo dice a propósito de una anécdota vertida por Ferlosio en Nigra sum sed formosa. “A Ferlosio no le parece aventurado colegir que aquella joven mecanógrafa estaba consumiendo sus veinte días de vacaciones ‘tostando su cuerpo al sol porque el intenso bronceado que al fin conseguiría le permitiría demostrar, cuando volviese a la ciudad, que ella también había tenido el privilegio de disfrutar de sus propias vacaciones’ (…) El canon de belleza que determina la afición por las pieles bronceadas (…) viene impuesto por un mismo criterio: denota ocio. Tener la piel blanca fue durante siglos indicio de solvencia, de una vida protegida de las inclemencias de la intemperie a la que estaban expuestas las clases trabajadoras”. A partir de su ingreso en las fábricas la cosa cambió. En todo caso, conviene recordar otro dato apuntado por Echevarría: el trabajo tolera las vacaciones como inevitable etapa de refresco destinada a optimizar el rendimiento del trabajador. Nadie cante, o haga que canta, victoria. Incluso hay súbditos que tienen tan aprendida su condición que se aburren fuera de la actividad laboral.