26 de noviembre de 2016
“Son metáfora
del proceso revolucionario en Cuba. Cautivó a mucha gente. Después se
convirtió en una regla”. Geandy Pavón, sobre las Escuelas Nacionales de Arte de
La Habana, retratadas en el documental Espacios
inacabados, de Alysa Nahmias y Ben Murray. Aquellas escuelas fueron
proyectadas por Castro para ser las más bellas del mundo. Se trataba de cinco
complejos iniciados a las afueras, en 1961, donde estudiar baile, música,
pintura, escultura... A causa de las severidades de la política exterior, y de la
influencia constructivo-funcional de la Unión Soviética, se paralizaron en 1965.
Con la mejor intención, las autoridades estimaron repentinamente que no tenían sentido
por… improductivas… eran demasiado estéticas. Mejor gastar el dinero en
vivienda, prefabricada y no, y garantizar un hogar digno para el pueblo. Otros piensan
que para qué se gasta dinero en naves espaciales con el hambre que hay… Total, vieron
en los arquitectos a unos elitistas preocupados por intrascendencias cuando lo
que había que hacer escuchar al campesino. Tampoco sin razón, pero he ahí una
gran contradicción. Durante décadas estuvieron invadidas por la naturaleza,
degradándose. El arte debía cumplir una función social, cuestión a la que los
alevines de Podemos siguen dando vueltas. El arte debía servir para algo, tener contenido. A comienzos de la década pasada, en rueda de prensa a
alguien le dio por preguntar a Fidel sobre el tema. Habían pasado cuarenta
años. Él se quedó aturdido, pero, raudo, expuso que alguien le había dicho que
aquella idea no servía, que estaba infundamentada desde los principios antes
enunciados, pero que a él, personalmente, siempre le gustó. Se escudó en que paralizó
la construcción persuadido por los expertos, tan peligrosos como de costumbre.
Le cuestionaron si podía solicitar ayuda internacional, ya que era una obra de
arte moderno de entidad: una asociación neoyorkina lo había intentado, pero se topó
con el Bloqueo. Orgulloso, respondió que el país podía hacer frente en solitario
y dio orden de restaurar las escuelas. Pero, después de dos huracanes feroces,
y, de nuevo, la debilidad económica, se volvieron a paralizar. Creo que dio
tiempo a restaurar tres escuelas de cinco. El arte puro está fuera de los mensajes. Otra cosa es que, de paso, los
encuentre. Pero el arte puro es inútil, cuestión que no lo invalida; al revés,
por ello, por su inutilidad, el arte es la mayor demostración de ingenio e
inteligencia humanos. El hombre se hizo tal cuando venció la subsistencia y se
puso a pintar. La improductividad es precisamente el Gran Sentido de un Cerebro
Desarrollado, sobre todo después de comprobar, por demás en el siglo XX, que la
educación y la cultura no nos hacen mejores, sino más elegantes. No hace falta
acudir a Steiner para justificar nada. Lo mismo en música que en arquitectura, literatura
o cine. El arte ataca a la sensación. Ahí están, de la mano, el inconsciente y
el placer estético. Al final, efectivamente, se destila un pensamiento. Pero el
estilo y la forma son fundamentales. Fidel reaccionó tarde, pero reaccionó. Como
cuando se dio cuenta de que en el rock cabía la rebeldía y no había que
prohibirlo por yanqui; y hasta erigieron una estatua a Lennon, y llegaron
bandas, Manic Street Preachers, entre otros, a rockear. Desde luego, da la impresión
de una cosa: los detractores de Fidel [a la luz de sus defensores:
Mandela, Muhammad Ali, etcétera…] no perseguían los Derechos
Humanos, sino la confrontación ideológica.