Brizna de conjunto

7 de marzo de 2019

“Escribir por vicio. Sin meta, sin justificación, sin motivo. O más bien sin más motivo que el vicio mismo. Escribir es natural para las personas que tienen espíritu. El espíritu es aquello que se reivindica como humanizador del hombre”. Tomás Segovia, El tiempo en los brazos. La perversión es un humanismo. Escribir es una perversión. Como en Kafka. La única tarea posible en una isla desierta, sin posibilidad de lectores. Lo que hace doblar la pregunta: ¿la poesía es comunicación? ¿Necesariamente? ¿En serio? ¿Hace falta un receptor que no sea uno mismo? “Escribir se me aparece como una desolada tarea a la que sin embargo me aferro como última salvación”. La poesía va dirigida al yo. La verdad sobre la base de la mentira. Su longitud se utiliza para calcular el área de la belleza. La belleza es igual a la longitud de la mentira multiplicada por la longitud de la verdad –equivalente a la altura- dividido por dos. A partir de ahí no es difícil entender que la belleza sea “el alimento de la mirada, o sea, el alimento sin digestión y sin residuo”. Y establecer que en verano “lo que sopla no es un viento, sino una libertad”. Y en invierno, saberlo, protege del frío. No se entiende pero qué importa. Buscamos la racionalidad en un mundo incomprensible. La realidad nos pasa por encima como un avión. Y a veces como un tanque.