19 de mayo de 2014
“-El Guggenheim de
Bilbao- ha perdido la cegadora luminosidad original, la que procede sólo de la
marca, de la etiqueta que cuelga (…) Ya no hay que mirarlo con gafas de sol (…)
Sólo contemplarlo como el Partenón anclado en la montaña ateniense”. Laura
Revuelta. El envoltorio da paso al regalo, el hueco se hace presencia. Inicia, lentísimo,
el camino de perfección que siempre conduce a la ruina que llevamos dentro, de
la que todo parte, obedeciendo un mandato anterior a cualquier origen. Señal de que el
desgaste puede ser inspirador... “Nada más insoportable a los ojos de la
belleza y de la Historia que un edificio al que los hijos de la
contemporaneidad –provinciana y hortera- le limpian la cara y le borran el alma”.
O le cortan la cabeza verdugos mitad patinescos, mitad Reina de Corazones; y le
cuelgan otra, sacada del molde de la primera infancia. ¡Tantos habrían rehecho la
cúpula del Reichtag, siguiendo el diseño del diecinueve! El arte, por fuerza moderno, nos agracia con la medida de lo que debemos ser.