20 de septiembre de 2015
“Ni cinco minutos de
mi vida me he sentido español”. Fernando Trueba. Declaración mejor que bastantes
de sus películas, máxime pronunciada durante el discurso de aceptación del Premio
Nacional de Cinematografía. A continuación, va el ministro y, como si hubiera
comido ajos, rompe el encanto e improvisa que él se siente español. No es
corrección, es ponerse en evidencia. Mas sólo se entera de que
una copa está mal cogida quien sabe que se toma por el tallo. Un ministro que ignora que la mayor prueba
aprecio hacia un país viene del mismo desprecio no merece el cargo; al menos, el
de cultura. Ignora desde el magnífico “Me cago en España”, de Arrabal, al “Odio
a España desde siempre”, de Ferlosio; y toda la senda de Hombres Ilustres cultivadores
de la autoconsciencia. ¡Si hasta
Thomas Jefferson sabía que el mayor patriota era el disidente! Qué sería de
Austria sin Thomas Bernhard. Todo país cuida a las figuras que lo ponen en
solfa, salvo éste, precisamente debido a su historia ignominiosa que, siglo
tras siglo, elige la sombra y no la luz. A continuación, Trueba reconoce que los premios “hacen a la gente más débil, más tonta y más vieja”, y mi vista barre hacia el titular, premiado hace poco con el cargo.