6 de mayo de 2017
“Nada conduce
tanto al fracaso como el éxito”. Budd Schulberg, El desencantado. Cuestión de gravedad. Hablamos de éxito social,
claro, lo que sube baja y todo eso. La gravedad es como la belleza: sólo atrae.
E impide que lo que está bajando se encuentre cerca de subir. Pero hay rebotes.
Luego existen atajos directos al suelo. Uno sería escribir eso que llaman
literatura infantil y/o juvenil, a las que uno ignora qué lúgubres maquinarias
empujan. El atajo más descarado se formula en el libro de Schulberg: “Prueba a
escribir un best seller”. La pereza
es mayor que el desprecio. Si atendemos a Chesterton –escribir complejo, con
forma y estilo, equivale a respetar al lector y a pensar que es inteligente y no
va a tirar la toalla-, esto sería rebajar la inteligencia a mínimos, pongamos a
la del receptor de esos productos. Y, sobre todo, dejar de lado que el éxito
cabal tiene que ser íntimo.
[Lo de Chesterton es interesante a tal punto que le sirve a él mismo para atacar la manoseada claridad. La claridad es propia de la filosofía, no necesariamente del arte, aunque éste derive en pensamiento]