17 de junio de 2017
“Grande y
ácido. No queda casi nada en pie tras su lectura”. Jordi Nadal, sobre La
Rochefoucauld, quien de nosotros hace una ruina con sólo mirarnos a la cara. La
mentira, hasta cierto punto elemental en la convivencia, arde en las calderas
del arte. Por eso La Rochefoucauld acepta el elogio venga de donde venga. La alabanza
podrá ser fingida o sincera, pero, como me indicó Juan Carlos Soriano, sólo la
rechaza aquella persona que desea escucharla dos veces. Lo educado, pues, es
aceptar la adulación.