10 de octubre de 2017
“Me gustaría
escribir todo el tiempo, pero se haría muy aburrido”. Ana Frank, Diario -septiembre de 1942-. Aburrido no
es escribir, Ana, aburrido es el entretenimiento; a ver si te das cuenta, marisabidilla,
igual que te diste de que sólo te distrae el estudio. Durante él, las horas se te
agrupan en sacos de sesenta segundos, y tú las cuentas con deleite, y dices: “Las
campanadas de la iglesia suenan cada quince minutos. Por las noches me dan sensación
de amparo” -11 de julio de 1942-. Eres un perro flaco. Has engordado ocho kilos,
pero eres un perro flaco. “Se han llevado la campana para fundirla. Ya no sabemos
qué hora es” -10 de agosto de 1943-… Y… ¿alguien sabe qué hora es? Con campana
o sin ella: ¿alguien sabe? “No oigo el toque de campanas donde yo vivo (…)
realidad de infancia para siempre ida a la que, en algunos ambientes de la intelligentsia más de batalla, todavía
se desprecia (…) Porque, ¡quién sabe lo que puede resonar un tañido a muerto en
un corazón humano!”. Impresiones
provinciales, José Jiménez Lozano –finales de 2010-. Los diarios, esta
visto, sirven para hablar de campanas. Los muertos, por su parte, andan muy aburridos.
Y eso que no escriben, Ana. Ni siquiera diarios. ¡Con todo el tiempo por
delante! Hay vidas que parecen muertes -y gente que, al respirar, contamina-.