12 junio de 09
“Yo quiero ser el último en apagar la luz”. Manuel Vázquez Montalbán. La súplica suena a eslogan al que adherirse. Mantuvo su compromiso político hasta el final, incluso cuando, como decía una crónica de Tereixa Constenla, “lo único que se podía aplicar al comunismo era la letra de Golpes Bajos ‘Malos tiempos para la lírica’. Ni entonces torció su convicción. Cuando le reprochaban que ese modelo se había desplomado zanjaba con esa petición: ‘Dejadme que apague la luz’”. Pero Bangkok se cruzó como un ave negra. ¡Cuánto habría disfrutado Manolo con esta crisis que ha dejado tocado y hundido al capitalismo! Unos dicen que los parches están siendo marxistas; otros, keinesianos. Ninguno, liberales. El liberalismo sólo sirve para luchar contra los absolutismos y para remar cuando ya te está llevando la corriente. Su relajación le acerca a los anarquistas, encima, menos libertarios. La crisis es total, sistémica. Moral y también energética. Cuando todos interruptores caigan seguirán quedando las velas y a ésas no las apagan ni los huracanes. Y siempre habrá encargados últimos de apagar la luz.
El caso recuerda el de Andrea Camilleri: “Mi corazón sigue siendo del PCI, a pesar de la muerte del PCI. Yo soy un viudo fiel”… Su detective-compañero-personaje se llama Montalbano.