28 de junio de 09
“La que fue verde / mece hoy su cobre, / final tesoro”. Juan Ramón habla, exactamente, de una palma seca. Pero, ¿quién me asegura que no habla de la muerte o de los finales o de lo que tú quieras? De los fantasmas, por ejemplo. En la poesía todo es otra cosa: un significado cerradamente abierto, una sugestión. En la vida lo único plano fue la visión que tenía la Iglesia de la Tierra. Ella solita contiene las pistas para que las personas, nosotros, animales despistados, nos conozcamos un poco, nos aceptemos algo y sepamos más o menos por dónde pisamos.
En otro poema, unos cuantos años después, Juan Ramón supura: “Ya no tengo nada que purgar. / Toda mi impedimenta / no es sino fundación para este hoy / en el que, al fin, te deseo; / porque estás ya a mi lado”. Y habla, concretamente, de Dios. Y digo yo: y de la muerte y de los finales y de ti. Antonio Colinas nunca le preguntó a Victoriano Cremer, que ayer falleció a los ciento dos años, por el significado de un poema –una especie de loa lamentosa- que, él entiende referido a España –una España caída en guerra-. Pero ese mismo poema podría ser una alusión a la muerte misma, a los finales, a los fantasmas o a ti. Yo, por si acaso, sigo dando gracias. ¿A quién? ¿A Juan Ramón?, ¿a la poesía?, ¿a la muerte?, ¿a los finales?, ¿a los fantasmas? ¿a ti? ¿a ti que existes o a ti que no? ¿Quién de todas las personas eres tú? ¿Y yo? ¡Menos mal que de la última persona que me fiaría es un relativista!
Teoría(s) de la literatura. Fluctuaciones.