18 de febrero de 2017
“Vuelvo a
extraviarme por las calles [de Córdoba]. Camino sin pensar y sin sentir (…) sin
querer saber (…) No quiero sentir ni pensar”. Colinas, Memorias del estanque. Meditar no es meditar. Es dejar la mente
como el vestido de una novia. Doscientas páginas más adelante: “Alguien me dijo
que no saliera por la noche, que podía ser peligroso; pero yo no me podía resistir.
Salí por los callejones de Jerusalén y no sabía por dónde iba ni adónde me dirigía
sin plano alguno (…) me encontré sentado en el suelo, en el umbral de un
edificio (…) ya no quería o no necesitaba alzarme del suelo”. Tan elevado
estaba.