14 de junio de 2011
"Ponerse límites a uno mismo es un placer secreto de la vida". Gilbert K. Chesterton. Setenta y cinco años de su muerte. Lógicamente, su pensamiento es de entre del siglo pasado y del anterior, como demuestran los personajes conservadores que acostumbran a citarle. Pero Chesterton es brillante y recuperable en tantos aspectos descuidados por la modernidad.
Por ejemplo, en la cuestión de ponerse límites, actualmente, mal vista. Hemos hecho de la libertad un altar irreflexivo. Cuando reprimirse muchas veces es uno de los mayores actos de libertad verdadera. De elección. De antiborreguismo. Contra el hecho consagrado de hacer las cosas por el mero hecho de que apetecen. Hay que recuperar el pensamiento. Lo resume bien César Molinas: "Kant nos enseñó que la libertad no surge de derechos, sino de asumir deberes. No hay libertad sin moral y la persona libre es la que, por consideraciones morales, se obliga. Quien se obliga es noble, dijo Ortega, invirtiendo la convención de que nobleza obliga. Y la nobleza es esfuerzo, apostilló Manrique".