3 de octubre de 05
Termina un verano pasado por las brasas, ¿quién nos va a redimir de tanto error? Parece que el capital también ha comprado el fuego sagrado, ese pleonasmo. Ya no hay respeto por nada. ¿Dónde acudirá Ícaro a quemar sus alas batiendo?, ¿al sol o a los bosques españoles?, ¿a qué lavadora, los broquers, a limpiar sus pecados desteñidos de verde dólar? Sin el fuego de nuestra parte, sin su resplandor amable, somos un poco más huérfanos. El fuego ahora hace daño, no ilumina. El fuego no es lo que era. La insaciable bulimia que padecía –Saramago- se ha tornado de súbito en el mejor tragaluz desde el de Buero. Ya no alumbra. No purifica. El fuego es un infierno del Dante, una fábrica de humo, un vivero de corrupción, un tío tragaldabas que nunca sacia su apetito.
El PP, dentro de esa ‘oposición contundente’ que proclama Acebes, airea aún con gusto lo ocurrido este agosto en Guadalajara. Sigue aireando y soplando por ver si aviva los rescoldos. Del modo que sea. Y ya se sabe que quien juega con fuego… se mea en la cama. Por eso hay políticos hechos y derechos –y de derechas- que duermen con pañales. Por si acaso.
Al calor de la incertidumbre, esa desconocida que siempre ha alimentado la inspiración, también se han dejado ver autores clásicos por los montes de Casavieja, en Ávila. Han ido allí a quemar sus prosas poéticas, como virgilios de columna sabatina. Precisamente en Ávila se junta el hambre con las ganas de comer: al fuego se añade la ausencia de agua porque la Espe se la lleva del río Alberche para regar sus tiestos en los madriles.
En Castilla y León despedimos el verano siendo la Comunidad, junto a Galicia, donde la acción del fuego ha sido más devoradora. Entre las dos acumulamos el 55% de los más de veinte mil incendios forestales y conatos de fuego habidos-provocados en España. Será simple casualidad que coincidan en tal liderazgo autonomías gobernadas por los conservadores, quienes ponen el grito en el purgatorio a causa de la financiación de la sanidad y de todo lo que huela a rojo –a rojo fuego, digo-. O quizás, han buscado sus procuradores y consejeros un pacto secreto con las llamas para intentar poner a prueba la respuesta del Estado. Total, si en el camino quedan los árboles, tampoco pasa nada: la doctrina W. Bush les culpa de los incendios –en el verano de 2002 sugirió sabiamente talar vastas extensiones de ellos para evitar riesgos-.
Aunque Herrera se haya apresurado a reconocer el esfuerzo crucial del gobierno de la nación en las labores extintivas, sus voceros radiofónicos de este lado del Atlántico –por algo son valedores del pacto trasatlántico contra la Vieja Europa- atizan el recuerdo de la gestión en el incendio de Guadalajara, contraponiéndola a las declaraciones del ministro del Interior –“Aquí no ocurriría el desastre de Nueva Orleáns; nuestro país tiene un poder público más adiestrado”-, refrendado él, según recogieron estas mismas páginas del DIARIO, por los distintos cuerpos y organismos que coordina Protección Civil -Cruz Roja, Policía Nacional, Guardia Civil y el mismo Ejército-.
Desde enero han ardido más de ciento cincuenta mil hectáreas -25% más que en 2004-. Quién sabe si hay un pacto secreto entre populares y rescoldos. Quién sabe si, detrás de los escaños, hay pirómanos que han dejado la lata de gasolina y las cerillas en el despacho. Luego, se entretuvieron en Roquetas, han tenido mucho trabajo. Lo cual les excusa a más de cuatro de haber llegado tan pálidos al comienzo del curso político. Algunos observadores, a la contra, argumentan que su color viene determinado por la última encuesta de intención de voto, que les aleja de la pomada. Quieren pisar el suelo, pero ¿quién les asegura que sus alas de gaviota no están hechas de material inflamable, pongamos por caso, de cera? Con este panorama, quien más quien menos es un ícaro en potencia. Algunos diputados nacionales con bigote no son más que modernas mujeres troyanas ávidas de destrucción; ante este panorama sobre el puente no queda más remedio que, como Eneas, implorar la lluvia que apague tanta calamidad.
Ver reducido el fuego a cenizas, lo que le faltaba a Castilla la Nuestra: más de dos mil quinientos incendios y conatos entre las nueve provincias en apenas dos mesecitos. Salimos a más de cuarenta incidentes diarios. León, Salamanca y Ávila, las provincias más perjudicadas. El agua ha regalado botijos a las llamas para que beban un poco y concedan alguna tregua en la época estiva. Les ha regalado, además, tiritas que se deshacen en las rodillas arrugadas de encinares, olivos y robles centenarios. El fuego se inmola en orgías con la ayuda de pirómanos. Los elementos andan desbocados, sólo falta el diluvio universal. Luego, podríamos poner el tiempo a secar y comprobar si la lejía quita todas las manchas de enmascarado progreso que lleva en la solapa. La existencia es un árbol de hoja caduca al que le quedan dos veranos.
Dice el poeta José Pulido en ‘El corazón disperso’ que el fuego nació cuando la noche abrió sus manos para buscarse. Eso era antes, ya no hay quien asista a ninguna aurora de las formas. Por lo visto, y aunque los poetas no estén de acuerdo, los pájaros han dejado de descifrar estrellas para sólo avistar, desde las incómodas alturas, ollas con prisioneros dentro. La antropofagia no debe sorprender a nadie. Hace años que la practica el Occidente desarrollado.
Oficialmente, no, pero a nivel sicológico el verano ha acabado. Aznar volvió de sus vacaciones con Berlusconi –lo mismo le ha inspirado alguna conferencia para Faes-. También los meses de calor, entre incendio e incendio, han servido para leer documentos desclasificados: Colin Powell comenzó a preparar el cambio de régimen en Irak justo al día siguiente del 11-S, pasándose los progresos sociales del presidente iraquí, reconocidos por Naciones Unidas, por donde se pasó a continuación a este organismo una mañana de Nueva York.
Al presidente del mundo también lo hemos visto disparando al aire de Nueva Orleáns para espantar los cuervos que ha criado en forma de cambio climático. Y los que llamaban agoreros hasta hace poco a los denunciantes del calentamiento global oyen que el agujero de la capa de ozono ya es del tamaño de Europa. Eso, a lo grande, al gusto yanqui, todo pasado de peso: “¡Qué pasada, qué agujerazo, guao, habrá que llamar a los del Guiness porque es de récord!” American buey of laif. Al paso, el señor presidente despreciaba a los médicos de Castro, aun suponiendo ello numerosísimas muertes encharcadas de compatriotas abandonados a su mala suerte en hileras abstractamente compuestas de hedor y blues.
En verano pasan muchas cosas: un rimbombante Consejo de Cooperación Económica recomendó liberalizar servicios para que reine la ley del mercado -que es algo así como la de la selva pero más salvaje-, proponiendo flexibilizar el trabajo. El de otros, claro. Para colmo dicen, apoyados siempre con el codo derecho en la mesa, es necesario volver a construir centrales nucleares. Cualquier consejo de animales del bosque tiene más sabios que los de esa ‘pandilla limpieza’ que resultó no ser más que, una vez sin disfraz, una fiesta de empresarios. Privada, claro, con el derecho de admisión reservado. Ahí se tradujeron sus recetas. Recetas privadas. Pues, entre nosotros, que se las queden ellos. Así, privadamente.
Más verano: en Gran Bretaña no necesitan de fuegos. Los tienen artificiales con los asesinatos legales de Scotland Yard. En Portugal, todo lo susceptible de empeorar, empeora. Murphy redactó nuevas leyes de fácil aplicación en la Coimbra clásica, de postal en blanco y negro, acorralada por un fuego matón de trágico lacrado. Pero una de las cosas más bonitas, que nubló las noticias de miles de hectáreas asueladas por las llamas, se produjo a finales de agosto: conocimos que en Níger los habitantes rompen los hormigueros para coger los granos y llevárselos a la boca -tal es el hambre-. Desde luego, si es que son como animales.
En los países desarrollados nos inmolamos de una manera más civilizada que la usada por esos cafres islamistas que se prenden fuego en mitad de la calle después de cualquier protesta. ¿Aquí?, combustión para todos. Además, ¡qué espectáculo de feria, el incendio forestal!, qué juego cromático: montes, primero, verdes; luego rojos; finalmente, negros.
El verano ha terminado y todo está derretido como en un horno crematorio, como en los microondas radiactivos que tan bien nos definen. La leve caricia de la noche se tornó áspera. ¿Qué podemos hacer para defender los bosques?: ¿escuadrones de gamusinos?, ¿armar a las abubillas? CCOO insiste en la necesidad de invertir en trabajos forestales y dotar de trabajo todo el año a efectivos especializados en sus funciones, poniendo el acento en las importantes labores preventivas cuando no hay riesgo de incendio, en los meses de invierno.
No son de extrañar las frases lamentosas de la ministra del Medio, Cristina Narbona: “Hay tolerancia y complicidad social”. Sólo con los ojos cerrados se puede pasar por alto que únicamente el 5% de los incendios tengan su causa en propia la naturaleza. Con los ojos cerrados y el cerebro y el corazón anegados de mierda. O bien con el portazo de algún dios. Nietzsche vuelve a estar de actualidad. Entre cambios climáticos y demostraciones de la ilimitada limitación del hombre no nos caben dudas respecto del paradero del permisivo cielo católico. Al fondo… a la derecha.