3 de abril de 05
Catequéticamente rechazable, política y socialmente reaccionario, paradójicamente, al final de sus días se destapó en política exterior casi tan inmaculado como la Virgen que adoraba. Protestó contra la intervención de la OTAN en Yugoslavia y la invasión de EEUU a Irak; adjetivó “in-a-cep-ta-ble” el bloqueo sometido a Cuba y se pronunció frente al imperialismo capitalista. Si el buen Juan XXIII fue un Papa de extramuros, éste lo ha sido de intramuros. Pero de unos ‘intramuros’ con escotillas. Abiertas hacia fuera. Sin Concilio Vaticano, Juan Pablo II también perteneció al pueblo, entendido éste como una masa social. No es el personaje del siglo, para ello debió haber escrito mejor teatro y mejor poesía, pero su alcance mediático -practicante o no- es indiscutible. De Polonia a Italia y de Italia al mundo.
En la pre-necrológica que una cadena de televisión estadounidense le ‘dedicó’ se mostraba el doble acogimiento que encontraba por el mundo: “Grande y controvertido (...) Sus adeptos y detractores coinciden en lo significado de su veinte años de papado”. Finalmente han sido casi veintisiete. En 2003, la CNN extravió por la internet el boceto de la necrológica, preparada desde antes de 2001 y pensada para utilizarse en el mismo año en que Kubrick situó la odisea espacial. En el mundo contemporáneo rara vez un personaje se sale del guión, casi todo está preestablecido. En lo nuevo, lo humano, y sobre todo lo divino, está calculado, casi nada escapa a lo esperable de las cosas. No hay margen para la improvisación porque un día la economía engulló las libertades y desde entonces los animales salvajes pisan moqueta y la calidad de vida pasa por la rutina, por el compás de espera. En la posmodernidad virtual, todo es ‘reality’, ya lo dicen los índices de audiencia. Por eso, no pierde comba cuando quiere, el Vaticano ha permanecido en consonancia con el mundo que consumimos en la mayor demostración de adaptación de las últimas décadas. Nos ha mostrado la muerte agónica de un Papa ahogándose en directo por la televisión. El paso a la publicidad lo marcaba la cortinilla echándose. Se cierra el telón hasta el siguiente parte médico.
Llevaban años amotinadas las esquelas por las redacciones. En este impreciso instante, a treinta días del mes de las flores, las agencias de información han encontrado su hora. Este hombre ha resucitado varias veces, habría que canonizarlo. Ernest Lubich hubiese dicho de él que el cielo quiso y pudo esperar. Las necrológicas llevan tanto tiempo escritas; los reportajes, tantos años barbechando, que corrían el riesgo de extraviarse apolillados. Ahora hay que desempolvarlos, soplarlos de la larga moribundia postrera. ¡Necrológicas fuera!
El Papa ha sido una bala de la KGB alojada en un alma de piedra -como la Thatcher la tiene de hierro-. Un alma que terminó acrílica. Antes de que Navarro Valls compareciera en público como un entrenador después de la derrota de su equipo, las honras fúnebres habían masticado una pizza en el Trastévere. Luego, difuntas pero con el estómago lleno, marcharon a ver los frescos de Miguel Ángel. En la catedral de Notre Dame, las gárgolas, a lo suyo, cantaron en honor de Marianne y W. Bush continuó leyendo el libro de cuentos que todavía no ha terminado desde el 11-S. Lo lleva por la mitad.
El Concilio Vaticano II fue una piedra de toque que se guardó Juan Pablo en un bolsillo para hacer frente a los huracanes de anticlericalismo. En los últimos años Bob Dylan introdujo el rock en las paredes gregorianas del Vaticano -también se ha hecho fotos con Bono, de U2-. Eso ha sido de lo mejor, junto al viaje a Cuba. Fue el poeta rockero quien le dio la extrema unción. Frente a él, también bailaron ‘break dance’ tres jóvenes, haciendo ostentación de movimientos imposibles para la cabeza del entonces septuagenario. Torpemente, trataba de llevar el ritmo con una palmas que contribuían a que se le cayera más la baba, manchándose los ropajes. Gran metáfora. Al pontífice se le caía un hilillo de saliva en sus saludos idiomáticos. Cebrián dice que la Iglesia católica compite en espectáculos con un macroconcierto en busca de audiencia. “Con su intervención moral sobre los asuntos públicos, resulta un aliado excelente del fundamentalismo democrático”. Acción de gracias.
Llevaba un lustro no muy católico. No sé qué pensarán esos ejecutivos de túnica y alzacuello, esos funcionarios vaticanos, esos obispos de nuestras mercedes. No parece precisamente piadoso dejar que la máxima autoridad se arrastre, se atragante, pierda la dignidad en una mirada pueril al infinito. ¿Es la muerte en directo el destino de todo Papa a partir de ya?, ¿qué imagen es esa? Los cargos vitalicios sólo deberían desempeñarse si la muerte le sorprende a uno con salud o prematuramente. Moribundo no se puede trabajar. Ni siquiera salir a la ventana para saludar.
Mientras el Vaticano III deba esperar y los sínodos continúen varados en Trento, la imagen que vende la institución es de mercadillo. Perdió el habla en marzo. Cuando en la plaza de san Pedro se congregaron los fieles para recibir la bendición ‘Urbi et Orbi’, su Santidad mostró su peor cara en sentido estricto. Se echó la mano derecha a la cabeza en inequívoca muestra de rabia y lamento y golpeó con la mano la cornisa con la fuerza que le faltaba para hablar. Dice Umbral que este Papa llevaba muchos años aguantándose el tortazo, el taco, la ruptura de todo el protocolo que le ahoga, “que le empapa en oro” y “lo ha soltado poco antes de morir para dejar aquí su último o primer pecado. Este pecado le absuelve de tantas virtudes”.
Los teólogos progresistas españoles, siguiendo al prestigioso Hans Kung, pidieron su renuncia. Pero no se quedaron ahí y exigieron que se cambiase “la actual forma autoritaria de gobernar hacia otra más sinodal o democrática”. Y es que el Papa concentra la plenitud de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial. Una concepción que para Juan XXIII ya era “un anacronismo teológicamente discutible”. Las columnas de los peródicos, por su cuenta, llevan días haciendo su agosto con la figura encogida y despanzurrada del señor. Con su ascenso infalible al mundo de los mortales. Con su descendimiento al cielo en el que cree.
Como se veía ocupando primeras páginas y pantallas permanentemente, olvidó que había de morir. Presentó un concilio que saldaba cuentas con la modernidad y ordenó obispos el mismo 1 de abril. Pero la renovación no permite afrontar el futuro con confianza, el espíritu santo es demasiado evaporador y la fe sólo mueve campos de fútbol. En esta procesión de juicios, Maruja Torres, con su agudeza crítica procesa que esa imagen de la agonía, desasosegante y penosa, viene a ser “como si el Papa no se asomara al balcón, sino al vacío”. ‘Lo que natura no da, Salamanca no presta’ es una manera antigua de expresar la jefatura de las capacidades humanas. Esta frase, llevada al caso, se traduce por ‘lo que la ciencia no da, la fe no lo presta’. Los miles de rezantes concentrados en la plaza de Bernini no consiguieron darle un hálito de vida de más. Y eso que ‘rugió’ en su última aparición, según Manuel Hidalgo. No extrañe, debía de estar hasta los cojones.
Tenía cariz social, pero éste se veía lastrado por su hiperconservadurismo. El aborto, las mujeres sacerdote, la valiosa teología de la liberación, los métodos anticonceptivos, el uso de células madre para curarle el párkinson, la eutanasia, el aborto, el divorcio,... Casi nada escapó a su ojo censor. Por eso, el distanciamiento con la sociedad se da sobre todo en los países ‘desarrollados’. Él, como representante de la Iglesia que ha apuntalado la retrogradación, es responsable de que la profanidad avance. El laicismo se lo agradece, recuerda Felipe Alcaraz. “Anticomunista, sin reparar en las bases”. Responsable de un credo que contribuyó incuestionablemente a desmantelar el este, pero de la mano de un legado cómplice con otras dictaduras (Musolini, Hitler, Franco,...). Rompió los acuerdos de Juan XXIII y acogió a ‘monseñor Opus’. ‘Condonó’ a los sacrificados del ayer, pero, al mismo tiempo, enviaba a las hogueras a los galileos del hoy. Las sandalias del pescador se han puesto a remojar. Vienen días de incienso y fumatas. Comprobaremos si venden humo o si asumen el reto del presente.