28 de mayo de 04
Un pareado. Esto dijo nuestro heredero con gesto de ilusión. Se le caía la baba como a un perro desdentado; él es joven. Y, a los que decían que se le estaba pasando el arroz, ha sorprendido con una gana de quinceañero.
Continuidad, no continuismo. La elección del Príncipe, y, por ende, de la Casa Real, no ha podido resultar más práctica y acertada. Se quitan de encima el polvo de una institución anquilosada y se visten la camisa de la modernez. Sin perder legitimidad, se gana progreso. La decisión de don Felipe no habla de inercias inconvenientes. Esa práctica, tan habitual, del continuismo se caracteriza por prolongar el poder indefinidamente sin indicios de cambio ni renovación. El sufijo “ismo” es peyorativo -fascismo, racismo, proselitismo, “felipismo”,...-.
Había quienes no ocultaban su preocupación. Unos, por la “necesidad” de que la escogida fuera una “profesional”; otros, porque temían una opción precipitada; un tercer grupo populoso descreía de una tradición que despreciaba la sangre de otro color que no fuera el azul y que le había separado de la modelo Eva Sanum. Pero renovarse o morir.
Al mismo día siguiente del anuncio, el editorial de este diario titulaba: “Hacia la desmitificación de la Monarquía”. Mariano Fernández Daza, marqués de la Encomienda, creía, días después, que la elección de Don Felipe “es un paso hacia la República”. Y, aunque a primera vista, pudiera pensarse que la III República está cerca, lo que se ha garantizado es la Monaquía. Pocas, poquísimas, han sido las voces discrepantes en torno a la escogida: Letizia Ortiz, periodista de 31 años que trabajaba en la televisión pública. Nacida en Asturias, de madre sindicalista y entorno familiar ligado al periodismo, “la varita había tocado a una mujer cualquiera, en el mejor de los sentidos”. Hasta la CEE -Conferencia Episcopal Española- tuvo un apresurado elogio para la futura reina, divorciada y pareja de hecho, circunstancias que condena la propia jerarquía. “Ya me gustaría que la Iglesia mostrara el mismo respeto y tolerancia con los profesores de Religión (...) Para la Iglesia hay clases”, afirma rotundo Juan José Tamayo, teólogo y profesor de la Universidad Carlos III de Madrid.
La realeza que se gasta por estos pagos no es descastada como otras. Igual que la Iglesia camina siete pasos por detrás de la realidad, la supervivencia de la Monarquía pasaba por evolucionar a tiempo. Por la modernización de una institución un tanto anacrónica. No podemos quejarnos. A esta Democracia la pierden las formas: es República con exornos de Monarquía. La República que la mayoría lleva dentro no aflora por la calidad de la realeza: sin resabios medievales ni pijerío veintiunesco. Y esas formas son las que quedan. Don Felipe echó un órdago y lo ganó: habría sido capaz de renunciar al trono.
“Española”, “plebeya”, “moderna”, han sido algunas de las palabras más pronunciadas en televisión o por escrito. Las revistas viscerales han aumentado sus tiradas y ventas. Todos contentos. La función representativa de la Corona, firmante de las decisiones que han tomado otros, tiene “un gran activo” -palabras de don Felipe- en Letizia. Una embajadora lo será más consciente si conoce el mundo real y no sólo el Real.
La Monarquía es un sistema de gobierno injusto por naturaleza. Pero ante alguien como yo, que trata de tú a tú a quien sea menester, sí me pliego. La Rocasolano, además, ¡es castrista! a los ojos liberales de Losantos y cía: parece ser que colaboró con una ONG que trabaja en Cuba. Y como “la inmensa mayoría de las ONG que consiente Castro están a su servicio”, el silogismo queda formulado. Encima, es culta y parece que republicana. Mejor futura reina imposible. A la mañana siguiente de La Noticia, Carmen Rigalt escribió de ella cosas preciosas y Jaime Peñafiel representó a los compañeros con un: “Vaya orgullo para la profesión, periodista”.
Dicen sus allegados que, si no hubiese sido príncipe, podría haber estudiado Periodismo; ella deja de ser periodista y se convertirá en princesa -en “princesa republicana”, especifica Raúl del Pozo-. Letizia con zeta recuerda más a Nicole Kidman andando por la alfombra de un festival de cine que a una futura reina por el acceso a una Catedral. Él es un buen chico que aprecia a los animalillos e hizo documentales de divulgación. Ella, Letizia, es una mandamás con mucho estilo.
Nuestra mujer estuvo trabajando en Guadalajara -México- en el diario “Siglo XXI” y allí conoció a un artista cubano. Gracias a ese periplo conocemos mejor a nuestra futura reina. No hemos tenido que recurrir a vídeos tipo Mette-Marit para saber el color de sus pezones de pantera rosa. El pintor Waldo Saavedra puso tamaño y color a sus presuntísimos pechos en una serie de cuadros para los que la casi princesa posó como amiga. Se conocieron cuando ella vivía en el país azteca. En el cuadro, “hiperrealista” -qué sudores-, sale tan seria como es ella. El pintor puntualiza que “Leti” se vistió una blusa para posar. Esos senos que salieron del pincel son creíbles. No son de clavel pero sí de esas presas agaceladas que a don Felipe le gustan y que mostraba en los vídeos de Naturaleza. Saavedra ha desaparecido de la circulación, no sabemos si por alguna orden de la antigua Aznaridad. Según parece, el ex-presidente puso remedio vía telefónica a la creciente circulación de vídeos de cuando doña Leti estuvo allí trabajando.
Vaya por detrás -me refiero al lugar que ocupa en el artículo- mi respeto a la novia y a la familia Real. Lo dice un republicano. Buenos monarcas son los que faltan. Reyes y no reyezuelos. Donjuancarlos que firmen el BOE como Dios manda -quien dice Dios, dice el pueblo-. Un rey que sea paisaje y no retrato, que aparezca cual Velázquez en Las Meninas, y no como la infanta Margarita o un ambicioso don Gaspar de Guzmán.