22 de enero de 04
El pasado fin de semana las tropas estadounidenses estuvieron de cumpleaños. Oficialmente cumplieron quinientas bajas en su ocupación de Irak. Habrá que vengarlas en otra guerra, y, así, no acabaremos nunca. Paul Bremer es una María Cristina que no sabe si el país le va a salir varón. Cánovas y Sagasta acordaron el turnismo para tranquilidad de la de Habsburgo. Pero, como aquí no tenemos más que Cánovas, no hay nada que pactar. Los demás son decorado. En el 98 se perdieron las colonias pero se había ganado un Alfonso XIII. Antes de morir en el 29, María Cristina, al perder la regencia, se dedicó a obras de caridad; dos años más tarde, la II República alumbró el Constitucionalismo. Paul Bremer, que es una María Cristina de andar por casa, un Karzai cualquiera, una lámpara sin bombilla, no es un ciudadano conspicuo y no entiende ni de justicias ni de caridad -que, como virtud teologal, tampoco es digna de elogio-.
A kilómetros de distancia, Washington no sabe cómo deshacerse de la patata caliente. Huir sin que parezca humillante. Irak es peor que un polvorín: cuentan que las pérdidas económicas son mayores que la millonaria recompensa que les reportan las esponjas que han situado a pie de los pozos petrolíferos. La estrategia yanqui despreció el factor cultural. Otro error fue desmontar los cuerpos nacionales de seguridad, en las casas hay granadas y kalashnikovs por doquier. Bremer quiere “afinar el acuerdo de transferencia entre poderes”, pero sólo le queda una flauta que rascar. En ella únicamente son posibles cuatro notas; “como para afinar nada”, piensa él cabizbajo. El burro de la fábula la hizo sonar por chiripa. Bremer busca el orificio por donde soplar, pero no emite más que unos agudos que se le clavan al Presidente en las encuestas. Ahora EE UU desea que Naciones Unidas desempeñe “un papel vital”.
Las clases dirigentes de España y EE UU están alargando el romance novelesco -de puro impopular que es- hasta el final. La deriva de la situación en Oriente Próximo hace tiempo que es imposible de justificar y puede que los amantes no lleguen a la noche de bodas. En España nunca se le ha perdonado al gobierno su alianza y en EE UU las encuestas sitúan al presidente W. Bush en la cota más baja de popularidad desde que cruzó la puerta de la Casa Blanca, rondando el 30% Bush intenta que la realidad no cale en la “América profunda” pero tiene al demócrata Howard Dean, como la muerte, en los talones. A diez meses vistas, las elecciones estadounidenses conviven con una media diaria de más de veinte atentados, independientemente de que lleven aparejados muertos. En España tenemos encima la cita electoral.
El Consejo provisional iraquí es un cachondeo. Representantes de la UE certifican que sus miembros no asisten a las reuniones y que son unos “incapaces”. Mientras tanto, EE UU dice que pondrá fin, formalmente, en junio a la ocupación de Irak. Pero el traspaso pleno de soberanía no conlleva la retirada de tropas. En nuestro país, ante una hipotética derrota del PP, la izquierda (PSOE-IU) tiene claro que, si no hubiera una nueva resolución para la transferencia inmediata del poder, los cuerpos españoles abandonarían aquella geografía. El ejecutivo provisional prevé elecciones generales a finales de 2005. Muy largo lo fían. Tampoco Palestina recupera sus territorios -la otra justificación de la invasión era concretar la paz entre Israel y Palestina-.
No hay prevención posible entre gente que pierde voluntariamente su vida en un atentado. Hay principio de vietnamización. Cuando la cifra de muertos -en las filas ocupantes- se aproximaba a los 200, CNN daba noticia de la década que EE UU estuvo en Vietnam. E informaba de que la cifra de muertes estadounidenses estaba siendo superior a la de los tres primeros años en Vietnam. No sólo impacta la comparación, sino por qué está hecha, la terminología es significativa. No es nuevo oír que EE UU ha ganado la “guerra” pero ha perdido la “posguerra”.
Las dolientes empresas españolas que esperan la subcontrata pueden perder también la posguerra. Tan sólo una adjudicación hasta la fecha no anuncia nada grande de aquí a noviembre. A Rajoy se le deshacen los dedos huéspedes. Si en las últimas municipales y autonómicas el partido en el poder se encargó de hacer pensar a parte del electorado que una cosa era la política exterior y otra el carril de rodamiento de la calle Pasión, habrá que suponer que en breve será cuando valorar a la plana mayor de Madrid desde nuestro colegio electoral. Un poco de memoria bastaría para recordar que el discurso que usó el PP en 1993 y 1996 no fue el mismo que el que gastó el 25 de mayo pasado. En aquel momento Aznar estaba seguro de que la relación entre “unas cosas” y “otras” estaba en las siglas. Y así lo transmitió: al gobierno de las cloacas la corrupción le hizo perder muchas provincias-. Ya que nuestra política ha sido dependiente de la norteamericana, será el momento de votar la gestión que han hecho los “halcones” de los Presupuestos Generales del Estado español.
A Cánovas la Historia le llevó a la política como a W. Bush la política le llevará a la Historia. Aznar le deseó suerte a su homólogo en la penúltima visita. “Por el bien de la paz del mundo”, brindaron. El presidente español ha supeditado el desarrollo de España a la reelección de Bush. Dentro de unos meses puede que ninguno de los dos huela poder. O sea, todo para nada. O lo que mal empieza... ya se sabe.