23 de julio de 2021
“Era perfecta. Tenía unos huesos preciosos. Luego estaban sus ojos, grandes, algo saltones, permanentemente sorprendidos”. Pertegaz sobre Audrey Hepburn. Leído en La nieve sobre el agua, de Raúl Carlos Maícas. El modista dijo que la costura es arte. “Hay texturas, color, tiene algo de arquitectura, y todo eso no se improvisa: lo importante es la idea”. El escritor abunda: “No sólo era una cuestión de anatomía. Se trataba de que los vestidos modelaran una conducta, una manera de comportarse (…) La ropa de alta costura ha venido simbolizando la apuesta por el rigor, la fantasía y las cosas bien hechas, únicas. Valores en modo alguno superfluos y que descubren (…) la capacidad creativa de la condición humana en su perenne búsqueda de la belleza”. Parece que habla de un poema de Rilke. El diseño puede convertir, entonces, la moda en algo perdurable. Un vestido puede ser un objeto de música y lenguaje. Maícas sintetiza que detrás del bicho que somos están la autoría, la tendencia a la perfección y la fascinación por la forma. A tal lujo -la belleza- habría que aplicarle el IVA reducido. Una primera necesidad… ontológica. Un poema de Rilke, una tela de Pertegaz. O un hueso de Audrey. Con su clavícula o su quijada el ser prehistórico se habría contenido de fabricar un arma.