20 de mayo de 2021
“Como si nada hubiera sido”. Francisco Brines. La consciencia tiene que ver con la aceptación. Y viceversa. “Qué poco me importa lo que / (…) pueda pasar ahora, / si nada entiendo”.
2003-2024
20 de mayo de 2021
“Como si nada hubiera sido”. Francisco Brines. La consciencia tiene que ver con la aceptación. Y viceversa. “Qué poco me importa lo que / (…) pueda pasar ahora, / si nada entiendo”.
20 de mayo de 2021
“El abuso del adjetivo sólo revela la falta de lo sustantivo”. Los cuadernos de la vida quieta. Escribir se parece a una labor agrícola.
19 de mayo de 2021
“La corrección política, la nueva forma de censura (…) al menos inicialmente, no tiene su origen (…) en el Estado, el Partido o la Iglesia, sino que emana de una fuerza líquida o gaseosa (…) relacionada con la sociedad civil”. Morderse la lengua, Darío Villanueva. Tal vez, más que de la sociedad civil, mamporrera, provenga de ciertas universidades decadentes. La corrección busca hacer del mundo un safe space. Poca penitencia la de quienes se dejan arrastrar. Va Villanueva a dar un curso y tropieza con los negros en el Lazarillo, con los judíos en el Buscón, con los gallegos en el Estebanillo González. Imposible avanzar. Todos y todas. Todes. Es gracioso comprobar en su libro que Stalin estaba en contra de los memes. O sea, de los memos y de las memas. De quienes usan causas justas para estigmatizar a terceros -y a primeros-. Que si Mee too, que si arrobas. Gente favorable a la cultura de la cancelación. Lo único bueno es que te hace reír: “Surgió en Reino Unido el debate acerca de que el inglés estándar que se estudiaba en los colegios era elitista, y su enseñanza representaba una forma de opresión contra la libertad de los alumnos que traían de sus casas dialectos personales y familiares”. Petición a una altura igual de aberrante que la de aquel que solicitaba un nuevo término para Dios, un dios hombre-mujer. O perro. En Grecia hubo perros sagrados. En Egipto, gatos. En India, más partidarios de la cantidad, vacas.
Stalin sabía, produce regocijo, que los límites del lenguaje no representaban los límites del mundo. Expresó, contra un lingüista perrofláutico avant la lettre, Nikolái, lo obvio: que la lengua “no es una superestructura” y que actuando en ella se embrollaba la lingüística y nada más; y que “la misma lengua” debía servir por igual “a explotadores y explotados”. O sea, de acuerdo con el marxismo, “la lengua no es una obra de una clase”.
El lenguaje no crea la realidad, la palabra no crea la cosa, su supresión no resuelve ningún problema. Pensar en esos términos es pensamiento mitológico, por no decir mágico. La igualdad es cosa del Derecho.
Villanueva reproduce unas declaraciones de Felipe Fernández-Armesto que hoy adquieren relieve: “La hegemonía de lo políticamente correcto renuncia a la búsqueda de la verdad (…) desde los campus no se debe educar para ejercer la responsabilidad en el sentido moral”. Después de prohibir Blancanieves y rotular Lo que el viento se llevó, después de diez millones de cosas más, los macartistas y puritanos censuran a Philip Roth. O sea, le dan una patada a él en el culo de su biógrafo. “No fue un hombre ejemplar”. Efecto dominó: “Las editoriales en Estados Unidos imponen clausulas de moralidad a los escritores”. A este paso nos metemos monja. Si un escritor se ve en un escándalo, lejos de defenderle, rescindirán su contrato. Irán a por los que no decimos ‘todos y todas’ porque sabemos que no hay cosa más inclusiva que el género gramatical masculino. No creo que, allá donde esté, Philip Roth se extrañe. En La mancha humana narró la desgracia de un profesor expulsado por las denuncias de dos estudiantes: uno criticó que preguntase por los alumnos absentistas, desvanecidos como espectros o fantasmas; usó la palabra spooks, complicada de digerir para seres unineuronales; la segunda consideró insultantes para las mujeres las tragedias de Eurípides. Poesía trágica de la antigüedad, ¡qué vergüenza! Revisionismo lingüístico, aberraciones inclusivas, prevaricación ortográfica. Esas cosas.
18 de mayo de 2021
“La ambición de poseer la variedad infinita del universo entero encuentra, desde los primeros siglos de la modernidad, formas de saciarse en ciertas prácticas cultas (…) Algunos pintores, como Frans Francken II, se especializaron en este género. La acumulación de maravillas y obras de arte es una dedicación absorbente, una empresa propia de melancólicos, para quienes los objetos son refugio, terapia y consuelo (…) Su curiosidad insaciable nunca se verá totalmente satisfecha (…) Es una imagen, a la vez, de la omnisciencia y del inacabamiento”. Tiempos de melancolía, catálogo de la exposición dirigida por María Bolaños en 2015, en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid. Battiato se va y a uno se le viene el Estudio del pintor, de Frans Francken II. El compositor llevaba tres años con Alzheimer, encerrado en un castillo, “un refugio y un santuario, repleto de libros, de discos, de dibujos y cuadros, de maderas nobles y hasta una capilla, de objetos fabulosos como él mismo, músico irrepetible, interminable” -Pablo Gil-. Hay conductas que revelan cierta inadaptación por lo que tienen de abstractas y silenciosas. Una ambición, la suya, por otra parte, nada bulímica; al contrario, colmada de estoicismo. Una ambición sin ambición. El absoluto.
13 de mayo de 2021
“No soy feminista. El arte no tiene género. Yo soy como un soldado”. Marina Abramovic. No sé si es Gambardella, o si es Sorrentino, quien ridiculiza sus performances en La gran belleza, más allá de las cuales seguro que hay puntos de entendimiento. Siempre los hay entre homo sapiens, lejos de los uniformados que componen lo que Woody Allen denomina la Policía de lo Apropiado.
9 de mayo de 2021
“Los dioses son ya pocos y penúltimos”. José Manuel Caballero Bonald, Diario de Argónida. Pues eso. Él dominaba la palabra, que es una maquinaria de movimiento de tierras. El llano merece las llamas. Con la música no casan el cilindro compactador, la topadora, la mototraílla. Son mejores las máquinas excavadoras, las perforadoras de túneles. “La poesía que no ayuda a desentrañar algún secreto emocionante tiende a la oratoria”. El único despojamiento posible es, entonces, el que acerca a la verdad. No hay mayor retórica que el gentío y “la soledad me salva de estar solo”.