Brizna de Battiato

18 de mayo de 2021


“La ambición de poseer la variedad infinita del universo entero encuentra, desde los primeros siglos de la modernidad, formas de saciarse en ciertas prácticas cultas (…) Algunos pintores, como Frans Francken II, se especializaron en este género. La acumulación de maravillas y obras de arte es una dedicación absorbente, una empresa propia de melancólicos, para quienes los objetos son refugio, terapia y consuelo (…) Su curiosidad insaciable nunca se verá totalmente satisfecha (…) Es una imagen, a la vez, de la omnisciencia y del inacabamiento”. Tiempos de melancolía, catálogo de la exposición dirigida por María Bolaños en 2015, en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid. Battiato se va y a uno se le viene el Estudio del pintor, de Frans Francken II. El compositor llevaba tres años con Alzheimer, encerrado en un castillo, “un refugio y un santuario, repleto de libros, de discos, de dibujos y cuadros, de maderas nobles y hasta una capilla, de objetos fabulosos como él mismo, músico irrepetible, interminable” -Pablo Gil-. Hay conductas que revelan cierta inadaptación por lo que tienen de abstractas y silenciosas. Una ambición, la suya, por otra parte, nada bulímica; al contrario, colmada de estoicismo. Una ambición sin ambición. El absoluto.