28 de abril de 2016
“Nunca entendí por
qué debería dar encuadres feos (…) Este trabajo se hace con motivación personal
y técnica, y cuando uso la segunda siento que estoy engañando”. Sorrentino. La imperfección
es antropocéntrica.
Brizna de inhabilidad
Brizna de recua
22 de abril de 2016
“Anduvieron tras la
nada y nadearon”. Jeremías. El esfuerzo posee su recompensa.
Brizna de derrota
15 de abril de 2016
“Juzgadme con
clemencia”. E. Dickinson. Parece el epitafio de Brian Jones. “Más dulce es el
triunfo / para quien no lo obtiene. / Apreciar bien un néctar / pide
desesperanza”. A nosotros, mortales, se nos permite, en los mejores casos,
apreciar la vida.
Brizna de condición
8 de abril de 2016
“La realidad sólo
existe si la soñamos”. Marsé. La ficción marca el territorio como los gatos. Y la
vida sigue el rastro del arte.
Brizna de sobrevaloración
1 de abril de 2016
“Descienden al fondo del abismo.
/ -si tiene fondo no es nada-”. Jorge Tamargo. El fondo es una liposucción.
La red del mal equilibrista. Una trampa para el espectador. Un pecado para el arte. Quedémonos, sigámonos quedando, con la forma. “El azor vuela. ¡Por fin! / Lo profundo es el aire”.
Brizna de Kertész
31 de marzo de 2016
“Tengo que
representar el papel de Kertész y me sale mal (…) la escritura lo convierte a
uno en otro”. Kertész. El siglo XX hizo un rodeo y, para fortalecer el yo, primero lo disolvió. El artista pesaba más que la persona… las causas, por
tanto, no fueron políticas –fruto de totalitarismos- ni filosóficas –provenientes
de la muerte de dios-, sino artísticas y de inspiración moderna. Y antes
todavía: el Rey Sol era un aprendiz de Montaigne. “Yo soy de Berlín”, decía
Kertész. Le daba igual de dónde fueras tú. Le importaba que allí había tres casas de
la ópera y que él pudiera acudir. “Una persona cosmopolita no puede pertenecer a
Budapest (…) en cambio, puede pertenecer con toda tranquilidad a Berlín (…) La
vieja pasión húngara, la hipocresía, la tendencia a la intolerancia, es en la
actualidad tan característica como lo ha sido siempre (…) no han aprendido nada
(…) Soy producto de la cultura europea, un decadente, si le parece, ¡no me
ponga la etiqueta de Hungría! Ya es bastante con que sus compatriotas hayan
hecho de mí un judío”. Otro gigante enfrentado a su país, a sus raíces -“Hungría
jamás se ha preguntado por qué ha estado siempre en el lado equivocado de la
historia”-; él no ha caído en la tentación del orientalismo, que siempre brilla desde fuera: “Nací occidental, soy europeo occidental”. Y consciente del
tablero en que se movía, o quería moverse, elegía las piezas con las que jugaba:
“El arte siempre necesita de la distorsión,
de la exageración. A mí no me interesan las ideas, me interesa la estética”.