5 de noviembre de 2010
"Voy a mojarme los labios con agua bendita / para lavar los besos que una vez me diera tu boca". Luis Demetrio Traconis. Como las canciones tienen que rimar, al segundo verso se le añade 'maldita'. Una vez oí a Joaquín Sabina que las letras, para ser buenas, deben ser demagógicas, exageradas. En mi memoria, él ponía como ejemplo las rancheras.
Aun compartiendo la reflexión, deduzco que no es más que una excusa para no mirar cara a cara a la verdad: la tragedia cotidiana, susurrando en el hombro. Ahora Raphael, esa cima del Kilimanjaro, interpreta Voy.
De todos modos, qué cosas tiene la música cantada. Después de preferir "mil veces" estar ciego que "volver a verte" y enunciar: "Voy a tratar de olvidar que una vez fuiste mía", al siguiente tema recula espectacularmente: "Toda una vida me estaría contigo"... y no me cansaría.
El rock -que uno lleva en vena- no quita lo valiente, igual que lo cortés no quita el tango. Viva Discépolo.
Curioso género, la canción. Lostalé me comenta antes de ayer que el mejor García Montero está en un librito de canciones.
Cerremos esta brizna divagante: al agua bendita del principio me recuerda esa otra a la que se refiere Julia Uceda en Hablando con un haya: "Agua / para lavar los colores marchitos del tiempo", poemario intenso que también incluye mensajes de náufrago como: "Y la ropa / que guardo en el armario / ¿a quién espera?". O esa otra: "Palabras. No. No las olvides, pues te olvidas de ti". Complementaria de: "Y llevarás contigo / el papel en que se escriben los recuerdos". Como las palabras, no deberás olvidarlos o te olvidarás de ti.