12 de julio de 2011
"Los disturbios y el desencanto de Londres traen a la memoria la conciencia social del punk de los Clash". Fernando Navarro. Era tan obvio que han tardado en decirlo.
Londres es sinónimo de punk antes que nada. Por lo que tiene de grano de arena en la descomposición del sistema, bien. Pero en este brote, curiosamente, la identificación se mezcla con matices nuevos, introducidos por una parte de jóvenes abúlicos, indefensos ante el escepticismo liberal-conservador, mimoso y aburrido que llevan a la espalda. El detonante, la muerte de un joven negro por disparos de la policía, lo aprovechan los pijos para arramblar almacenes de televisores de plasma. Son un producto terminado del capitalismo, caprichoso, poco reivindicativo, sedado y a la vez necesitado de emociones fuertes.