28 de enero de 2011
"La playa donde tanto lloramos / (...) sintiéndonos vencidos / por el amor y por sus trágicas ficciones, / indefensos, inermes ante las crueldades / del deseo, juguetes en manos del azar". Luis Alberto de Cuenca vuelve a dar en su último libro, El reino blanco, lecciones de poesía culta dividida en coloquialismos y casi risas junto a sentimientos profundos bellamente expresados.
Podría haber respondido con el entrecomillado a un amigo que por la tarde me participaba su nuevo fracaso definitivo en el amor. Habría resultado balsámico, en cambio solté que había acometido un negocio malísimo, como preguntándole ¿qué esperabas?
Compensa más poner un quiosco, ahora que se están dejando de vender periódicos. Las personas, obstinadas en el error, como en la canción de Juan Perro, oscurecemos hasta los túneles con salida. Me despedí deseándole colores nuevos que devuelvan pulsaciones a su corazón. Pero lo veo difícil. Le conozco incapaz de conculcar al poeta: "En las noches de insomnio las sombras tienen alas, / como el cuervo de Poe". Felices planeamientos ya que otra dicha no se acerca.