6 de febrero de 2014
“El mundo no es más
que una jurisprudencia. El mundo entero es un presidio”. Thomas Bernhard. Está la
opción de ir a un bar y pedir un bocadillo con lima; está la de abandonar el bar y
seguir en torno a la misma mesa. “Entonces me di cuenta de que aquel hombre llevaba un
sombrero de mujer en la cabeza, lo había llevado todo el tiempo y no me había
dado cuenta”. Dejamos pasar los detalles igual que las compuertas abiertas dejan pasar el
agua: tontamente. O inventamos, en plan drástico, algo que no ocurre. “Todo es alguna vez por última vez”: la vida, en justa
correspondencia, se pone también drástica con nosotros.