4 de abril de 2014
“Todo lo borra la
ceniza estúpida del viento”. Leopoldo M. Panero. Hay dos clases de olvido -“palabra que borra a otra palabra”-, interesa el
que, lleno de justicia, dibuja sonrisas en la mirada y limpia los conductos escombrados por la vanagloria. “Han desaparecido los
significados y nada estorba ya a la indiferencia (…) Únicamente he aprendido a
desconocer”. Gamoneda. Un eco
de voz impugnada dobla en el pico estoico de las cigüeñas. Envejece pero ahuyenta a la muerte. “Descansé de mí
mismo / hasta que mis líquidos se vaciaron en la luz (…) Así / es el olvido: recuerdo
/ deshabitado”. Hay que donar la estantería prescindible, permitir que otros amen
sus ácaros.