6 de agosto de 2019
“La escritura siempre es urgente”. Toni Morrison. Otra cosa es cuándo llega la versión definitiva. “Escribo a lápiz y luego paso a ordenador los distintos trozos y voy corrigiendo”. Como si fuera una pintura. La escritura “evoluciona a partir del propio acto de escribir”, sin acuerdos previos ni conversaciones entre autora y página en blanco. Lo importante no es que fuese la primera afroamericana en recibir el Nobel, lo importante es que lo mereció. Forma y estilo. Dice Eduardo Lago en Walt Whitman ya no vive aquí, su muy nutritivo ensayo sobre literatura estadounidense, que ya el debut de Morrison, Ojos azules, en mil novecientos setenta, fue una obra de considerable “ambición artística, profundidad ética y complejidad formal”; y más adelante remachará: “Beloved es sin duda el título dominante de los años ochenta, así como uno de los de mayor relevancia de toda la segunda mitad del siglo XX”. Al término del libro, escoge veinte obras imprescindibles de aquel país publicadas a lo largo de más de ciento cincuenta años, y Beloved es una. No pocos hablan de Toni Morrison como si fuera era un hombre; también Esperanza Aguirre puso Gastón Vaquero en el libro de condolencias, con uve, de burro.