24 de enero de 07
El nombre de la sociedad municipal dedicada al suelo, VIVA, es un aviso para cristobalcolones. Una tomadurita de pelo, una ironía, un retortijón intelectual. Viejas formas. Estoy seguro de que a la tropa malaya marbellí le habría encantado la denominación de origen. La pandilla basura -a juzgar por el abuso que hacía de la bolsa barrendera- no habría ideado mejor forma de carcajearse a la cara sin perder la compostura. VIVA. A la luz y al taquígrafo de las opacas concensiones de uvepeós, estas siglas suenan acrónimamente a cachondeo. ¿No oyen, sufridos lectores, las risotadas?
Los afluentes peninsulaibéricos están ahí: Porchinos, Ribaroja, Telde, Orihuela, Castellón, Valencia, Alicante, Jaén, Morón, Fuerteventura. Recalificaciones, información privilegiada, cohecho, fondos malversados y por malversar, alcaldes ratificados en el cargo aun con procesos judiciales abiertos en contra. Privatizando lo público, que es lo que se lleva. El suelo, lo mismo que el gas.
Qué pena de termitas y de otros insectos plaga, que no gustan de los materiales modernos de deconstrucción. Así sobrevenga una aluminosis colectiva que derribe las moles hormigoneras según están siendo levantadas. Por la noche, para que no haya muertos y se escuche mejor la digestión de la economía, derrumbándose camino del intestino. En algún caso, el Gobierno ha tomado cartas y ha echado de la partida a bloques torrenciales que okupaban la costa mediterránea.
El metro cuadrado, el ladrillo, la garambaina de la vivienda. Como resultado, decenas de cargos del PP imputados por delitos urbanísticos. En el cómputo, ellos son mayoría absoluta, como aquellos diputados aznariles en el Congreso cuando la segunda legislatura imperial. Esto por lo que respecta a otros; en Castilla hay pinares que hacen la boca agua a más de uno. Y, para no ser menos, en Valladolid tenemos Arroyo de la Encomienda, algo es algo. Y VIVA. Viva la virgen, viva la Madre, el desmadre, la legal ocurrencia presuntamente prevaricadora. Viva la Pepa, no, eso no. Arroyo… y viviendas de protección.
Todavía colea por tertulias tabernarias la historia de aquellos hijos de altos cargos que hallaron el trébol de las cinco hojas yendo de tapas o algo así. Valín, De la Riva, Monje, tres señores cuyos vástagos han salido beneficiados de súbito. Y de tapadillo. Su prole obtuvo una casita a precio de saldo gracias a una mano inocente que, resabida, abrió el sobre correcto. Hijos de tres cargos hay, que se sepa.
El regidor vallisoletano se apresuró a eludir toda transparencia en un principio. El otro día se reafirmó. Se negó con ceño fruncido y sonrisa profidén a hacer públicos los datos que rodean el escándalo. “Como si mis hijos no tuvieran derecho”.
Ni en los casinos de La Habana precastrista la ruleta habría caído tantas veces en el mismo número del mismo color. Cosas del azar no, que no hubo sorteo. La suerte, ya se sabe, a veces es caprichosa. Y se pué equivocá. Mejor nos lo jugamos todo a méritos. Eso, que reúnan las condiciones que impongamos. La vivienda está VIVA y coleando y grita salvas de satisfacción; los aconcejalados responsables patrios de mantener en orden el caos pierden al póquer; los estribos caen rodando por Levante; revienta la banca y todo queda en vino de borrajas; la gente olvida; justifica; “cualquiera lo haría”; el ciudadano va a urnas; una persona, un voto; el que tiene boca se equivoca; y el que tiene mano, mmm…
Entre los exigentes requisitos se cuenta que figuraban: un determinado color de pelo, la estatura y el número de pie. Y, como quien no quiere la cosa, un máximo de tres mil euros mensuales. Risa nerviosa. Normal, la gente necesitada iba haciendo hueco. “Pasen, pasen, por favor”. Los responsables de la gestión optaron por el tipo más alto de protección porque, de lo contrario, no había manera, oiga. Primero; ¿quién, con un sueldo semejante, necesita que le abaraten la vivienda a menos de la mitad de su precio en mercado? Segundo: si el beneficiado de las trilerías es un cargo público la ofensa es mayor. Habrá que hacer sartenes sin mango para que se quemen con el aceite.
Hasta hubo quien, empadronado en Tenerife pidió caridad en Valladolid solicitando un piso –que le fue otorgado- al tiempo que adquiría un chalecito de cincuenta kilos allende la península. Esta gente se pasa por el forro la última medida gala: Francia, cuna de la revolución, demuestra que el Estado Social es la última defensa del ciudadano ante el poder, la última posibilidad para creer en una democracia de capa caída. ¿Libertad, igualdad, fraternidad? Mariconadas. Siempre nos quedará el toro de Osborne en algún montículo y en las camisetas con la banderita. En las plazas, se va a al paulatinamente echando el cerrojo a las corridas. Se caen, una a una, por su base.
Volvamos arriba la mirada. Los pirineos ya no protegen la reserva moral de Occidente, la moneda es única y esperemos que las leyes, epidémicas. Asistidamente contagiosas, cumplirían su papel de servicio al pueblo. En el país vecino, el derecho a vivienda será exigible ante los tribunales. Sí señor. Con dos narices. El primer ministro, ese Vilepén siempre bronceado que escribe poesía en los márgenes de sus cuadernos de gobierno, lo ha anunciado.
La ley hará del Estado el garante jurídico. Parece ser que en Escocia hay una legislación similar. Veremos cómo se desarrolla, pero la iniciativa es plausible. Pionera y generosa. Y aunque se plantea en dos fases, la segunda se desarrollará en dos mil doce, bienvenida. Los atrabiliarios se van a meter la especulación por donde la espalda pierde su casto y, sobre todo, recto nombre y van a hacer de su monopoli una merienda de blancos.
Para colmo, el ministro de Cohesión Social, Jean Louis Borloo –un nombre muy francés para no desentonar con el espíritu de la norma- declara que el objetivo de la ley no es “generar satisfacción”, sino “agitar toda la república”. Agitar, agitar. Si es que llevan al incorruptible Robespierre en la sangre. Jean Louis anima a la gente que se vea sin techo a denunciar al Gobierno, ya que podrán imponerle multas si no se garantiza el tema. Unos fenómenos, eso son. Ya quisiéramos algún zarandeador que nos zarandease.
Qué envidia. VIVAN las escrituras. Aquí uno oye ‘dadle agua al sediento’ y se baja del Mercedes un pocero que acaba de doblar la esquina con ganas de hacer de la necesidad virtuoso negocio. Ante lo complicado de pagar un cobertizo, lo mismo de repente la gente se empadrona en la Provenza. O en cualquier punto cardinal de la France. Lo mismo hay una fuga de escrituras o de estómagos a París. Que si hasta ahora no se debía de vivir tan mal allí, ahora pintan oros. Los amantes de las libertades seguirán diciendo que aquel Estado –el francés, pero el Estado en general, vamos- subvenciona la vagancia. Si, en lo relativo al tema abordado, eso piensan: que empiecen por despegar las adhesiones prestadas a todos los textos constitucionales que en el mundo desarrollado han sido. No encaja esta libertad a la carta con la querencia de derechos sólo formales. Estos pesados no hacen más que lamentar que los gobiernos regulen. “Jo, cómo se pasa la izquierda, qué mala es”. Pues, miren, en Francia la medida intervencionista la ha tomado la derecha, que allí da ejemplo a propios y a extraños. VIVA la república. Francesa, claro… aunque todo en la vida es cuestión de tiempo.