3 de abril de 2010
"Hay miles de poemas políticos abominables, pero no tantos como pésimos poemas de amor". José Emilio Pacheco. ¡Qué gran verdad! A menudo se cargan las tintas contra la parte política de Neruda, Alberti, Hernández, etcétera. El compromiso es un terreno embarrado, líricamente hablando, por eso resultan admirables los hallazgos de Sánchez Santiago o Fermín Herrero o Antonio Gamoneda o Caballero Bonald o la parte rescatable de Riechmann.
Resulta mejor la relación abstraída e indirecta, no se debe escribir un poema como si fuera un artículo.
Para Pacheco no hay más autorretrato que los poemas. "Los poemas no mienten, yo sí". Lo cual nos lleva al paradigma de Pessoa, el poeta es un fingidor. Quienes lo citan esconden, seguramente por ignorancia, lo que sigue: "Que hasta finge que es dolor, el dolor que en verdad siente". Mucha simulación, pero dolor que en verdad siente. Bañado de estilo. Vale. Como el juego exagerado del propio Pessoa. Por no hablar de Pascal: "Es casi imposible fingir que se ama sin convertirse ya en amante".