Brizna de inmadurez

21 de diciembre de 2010

“La muerte siempre es igual a la vida”. Lorenzo da Ponte, libretista de Don Giovanni.
Las limitaciones de la especie resultan evidentes. Comienzan por su incapacidad para comprender el entorno y terminan con su muerte prematura. La dependencia que las personas padecen respecto de los afectos contrasta con los palos que meten en la rueda para impedir su desarrollo natural.
Antropológicamente está la persona diseñada para vivir en pareja y alumbrar una familia. El capitalismo, derivado en individualismo, egoísmo, superficialidad y falta de paciencia alumbra el donjuanismo cuatro siglos después de que lo inventara un fraile, que tiene narices, para la literatura. Es decir, se consagra todo a la adolescente pasión primera, tras la cual parece vaciada la alforja de los sentimientos. El brindis Viva la libertà de Don Giovanni es más paradójico que nunca. ¿Libertad? Ningún comportamiento nos va a salvar de las cadenas reales, aquellas que el destino fatal ató, desde el comienzo, a nuestros tobillos de Aquiles. Y, sobre todo, contrasta un mundo tan material con una visión tan mitológica de las relaciones.
El libreto de la ópera mozartiana parece ensalzar el vivir desordenado. D.G. alivia las penas de pobres infelices. En la segunda página doña Ana ya le ha llamado miserable. La misma que en el segundo acto le reconoce a Octavio: “Tú bien sabes cuánto te he amado”. Pero no habrá acto tercero.
Lo que en la ópera es premeditado, en la vida se demuestra inconsciente -“Por piedad debo fingir mi amor”, “El que es fiel a una sola / es cruel para con las otras”-. Algunos pensarán que le quiten lo bailao. Pero no olvidemos el Hades que le espera al protagonista. Kierkegaard, fascinado por la obra, después de analizarla, encontró rasgos de presencia demoníaca en la personalidad de D.G. En tales manos estamos.
Sí. Demasiada mentira dosificada. La falta de cultivo nos va a dejar sin tierras productivas y, por consiguiente, sin alimento. Seguiremos, mientras tanto, rascándonos la cabeza. Como los monos de los que venimos. Los monos que somos.
Esta entrada corrige, lógicamente, las dos anteriores.