24 de agosto de 09
“Doctor, tengo que decírselo. He encontrado una frase de Joseph Conrad que me cuadra y resume lo que me pasa mejor que todas estas largas sesiones: ‘Estaba escrito que me mantendría fiel a mi pesadilla favorita’. Es triste, pero tampoco tanto. La belleza nunca es triste, pero hace daño. La belleza, no sé muy bien por qué, la asocio a la crueldad”. Marilyn Monroe, mil novecientos sesenta y dos, poco antes de quitarse de en medio.
Una mujer que asocia, como corresponde, belleza y dolor, que es pareja de Miller y cita a Conrad no es cualquier cosa. Pero… tenía un lado oscuro que le dejó en herencia su madre esquizofrénica, que la había abandonado, poco después que su padre, a los quince días de nacer. Su cuarto sicoanalista no tardó en escribir: “He descubierto en ella indicios de esquizofrenia. Tuvo una infancia atroz y, no sé si es verdad o mentira, ella me dice que fue sometida a abusos sexuales. Me llama profundamente la atención el contraste entre esta mujer extraordinariamente bella, quizá la más bella del mundo, y su alma inquieta y su sexualidad insatisfecha”. Bella y, claro, cruel. Consigo y con los demás.