25 de agosto de 09
“Marilyn hace gala de una sexualidad adictiva que no es más que la expresión de su malestar afectivo. Su problema no es sexual, sino, sobre todo, una especie de desorden de la imagen que tiene de sí misma”. Michel Schneider.
Esta reflexión, apoyada en conclusiones de tipo siquiátrico, sirve para ilustrar la historia de tantas –la experiencia suficientemente cuantificada me arroja un sexo fundamentalmente femenino- que buscan el alivio de la separación en el placer corporal. Afirman que lo hacen para “vivir la vida” y que se trata de “una etapa”. Ni una cosa ni la otra. Es consecuencia de la frustración que les produce el fracaso de la ruptura y, por consiguiente, cualquier desenfreno conducirá, como ha quedado constatado en la literatura, a efectos contraproducentes.
Lo que no hacen esas ‘marilynes’ de a pie es estrellar al sicoanalista lo que sigue –en su caso, Ralph Greenson-: “Mi profesora de Arte Dramático era de origen ruso, como usted. Intelectual, como usted. Unos quince años mayor que yo, como usted. Me enseñó un oficio en el que ella había fracasado. Es un poco como lo que hacen ustedes, los sicoanalistas, que intentan curar a los demás de una enfermedad, que, en realidad, es suya”. Demasiado en bruto, hasta fue víctima de su propia inteligencia. Lo más corriente es ver víctimas de su propia ignorancia.