24 de julio de 2014
“'Me gusta'. '¿Qué es
lo que te gusta?'. 'Que aún no sepas de qué va la novela. Si lo sabes de
antemano, malo: sólo vas a decir lo que ya sabes, que es lo que sabemos todos.
En cambio, si aún no sabes lo que quieres decir pero estás tan loco o tan
desesperado o tienes el coraje suficiente para seguir escribiendo, a lo mejor
acabas diciendo algo que ni siquiera tú sabías que sabías y que sólo tú puedes
llegar a saber, y eso a lo mejor tiene algún interés (…) Quien siempre sabe adónde va
nunca llega a ninguna parte, y sólo se sabe lo que se quiere decir cuando
ya se ha dicho'”. Javier Cercas, La
velocidad de la luz. La escritura es un pozo. Si el autor no ve su reflejo,
da igual que eche el caldero, no lo atrapará; otro sí puede alcanzarlo. El
autor tiene la penúltima palabra, a pesar de haber escrito, sin saberlo, la
última. “Por supuesto que las obras se hacen solas”, decía Cocteau. Y Oteiza
afirmaba trazar esculturas para saber de qué trataba la escultura. Tras innumerables modelados, acabó en la poesía; escribiéndola, leyéndola, para saber qué pensaba del mundo.