1 de enero de 2016
“Abramos el telón y
dejemos que el juego comience. / Somos actores, aquí nuestro número”. Hoefle-Lewis-Sherman,
‘When the curtain comes down’. El
primero de enero es un buen parquet para acuchillar con bailes que recuerden la
ficción como vehículo mayor de la verdad. “Algún día la cortina caerá (…) La
vida no siempre puede ser una canción”. El horizonte tampoco. Ni promisorio ni inalcanzable. Más vale defenderse de él. Si te aproximas mucho, piensa en
Caillebotte; gira el cuello: cada punto cardinal esconde un confín –el
norte es una conspiración de las focas-. El horizonte, más que
caerse, te tira para después enterrarte. El primero de enero es un
volver a empezar. Lo inventamos
por que el cerebro respire.