14 de febrero de 2011
"La vida es una travesía rumbo a casa". Melville. Y no sólo porque la vejez resulta literalmente pueril, sino porque, como es sabido, la existencia consiste en poco más que un absurdo -a menudo ininteligible- donde al ser humano no le queda otra que el deseo de encontrarse. Y esto puede suceder, incluso, en otros brazos. El conocimiento de uno mismo muchos lo pasan en las redes sociales de internet, que es una manera de mirar hacia otro lado sin el vértigo de la introspección. Un hedonismo vulgar.
Dasso Saldívar -él me inspira la brizna- explica, citando a Borges, que Dante edificó La Divina Comedia para encontrarse en el paraíso con su irrecuperable Beatriz, su amor imposible de juventud. "Siempre se vuelve al primer amor", dice el tango. Sólo que el primer amor bien puede ser el último. Porque en la pérdida de lo no tenido cabe lo tenido. Y el destino se ve traspasado una y otra vez por las huellas del principio, en el punto que esté, siempre original como un pecado que nadie cometió.