31 de octubre de 2014
“La enfermedad que
produce la mala literatura, cuyas consecuencias pueden llegar a ser de efectos
tan lamentables, si no tan luctuosos, como la peste en la Florencia medieval”.
Arturo García Ramos. Cuando, por la calle, veo a tipos cojitrancos o doblados como juncos pienso que tal vez un best-seller les dejó así. El
desperfecto físico, más discreto que el síquico, es atribuible a malos hábitos: lecturas deficientes, vida vana, exceso de trabajo. Así no hay quien se gane el cielo. Tampoco lo alcanzarán aquellas personas aparentemente vivas y jóvenes, pero muertas como árboles huecos.
En cambio, los que arrastran el desgaste con elegancia y economizan el tiempo en áreas no productivas, han de disponer de buenas bibliotecas a la fuerza. Son personas en forma.