09 de febrero de 09
“La ciudad se derrumba y yo, cantando. La gente que me odia y que me quiere no me va a perdonar que me distraiga. Creen que lo digo todo, que me juego la vida porque no te conocen ni te sienten (...) Te doy una canción y digo patria”. ‘Te doy una canción’, de Silvio Rodríguez. Contesto así la brizna anterior.
Qué envidia, quién escribiera tan locuaz y contenido. Qué envidia de primera persona y qué envidia de modelo para pintar. Qué envidia de ‘yo’, qué envidia de ‘tú’. El espejo me reafirma y todavía no he conocido la persona, susceptible pareja, a quien dedicar este tema, a quien cantárselo guitarra en mano al oído. No sé si habrá nacido. En todo caso, en los antípodas.
Y si la conociera, ¿me decepcionaría?, ¿me traicionaría a mí mismo tratarla? Porque la canción me parece no ya utópica, ¡quimérica! La unión pluscuamperfecta del ideal de perfección indeseable con la imperfección imperfectible y el afecto intelectual. Acto emocional y físico con las ideas al fondo haciendo carantoñas de honestidad. Persona e ideología, cuatro entes fundidos en dos materialidades únicas y separadas.
Más información:
Opción A. http://www.youtube.com/watch?v=N1s1_DpuvdE
Opción B. http://www.youtube.com/watch?v=pHe1k2bTnf0