Brizna de dios

22 de septiembre de 2014

“No hay ningún dios. Soy ateo. Los milagros no son compatibles con la ciencia”. Stephen Hawking. Escribe tres palabras por minuto, suficientes para decir ‘I love you’ a quien se lo merezca. Creer en lo que se sabe que no existe requiere de una gran sofisticación y no es óbice para aceptar, llamémoslo sin pillarnos los dedos, Naturaleza u Origen. Todo es ficción. Sin ella, por medio del arte, y sin fe no habríamos pasado de la etapa neandertal. Cosa distinta es el circo romano; ignoramos el grado de ateísmo de los Papas Benedicto y Francisco, tal vez sólo sean agnósticos. En lo que no creen, más que probado, es en la iglesia. Los dos leerían muy a gusto La vida de las mujeres, de Alice Munro, donde encontramos la siguiente conversación entre una madre y su hija, narrada por ésta:

-¿Sabes qué conmemora el Viernes Santo?
-La crucifixión –respondí lacónicamente.
-Es el día en que Cristo murió por nuestros pecados. Eso es lo que nos dicen. Bien, ¿tú te lo crees?
-Sí.
-Cristo murió por nuestros pecados –repitió mi madre, levantándose de un salto. En el espejo del vestíbulo miró su cara borrosa con agresividad.
-Bueno, bueno, bueno. Redimidos por la sangre. Es una idea preciosa. Por lo mismo, también podrías creer que los aztecas arrancaban corazones vivos porque creían que no saldría ni se pondría el sol si no lo hacían. El cristianismo no es mejor. ¿Qué piensas de un dios que pide sangre? Sangre, sangre, sangre. Fíjate en sus himnos, a eso se reduce todo (…) La gente normal no estaría tan sedienta de sangre. Excepto Hitler (…) ¿Sabes adónde quiero ir a parar?
-No –respondí con sinceridad.
-¡Dios fue creado por el hombre! ¡No al revés! Dios fue una invención del hombre. El hombre en una fase de su desarrollo más infame y sanguinaria que la actual, o eso esperamos. El hombre creó a dios a su imagen y semejanza (...).
-¿Puedo ir [a la iglesia]?
-No voy a detenerte (...) Ve y escucha hasta hartarte.

Lo cual, crear a dios, no deja de ser un signo de inteligencia.