30 de noviembre de 2015
“¿Por qué no te
seguí para decirte / que en el iris desmayado de tus ojos / encontré agazapada
la mudanza / de un tiempo que aún no sabía / que se estaba pasando?”. Mauricio Herrero
Jiménez. Porque, entonces, no habría poema ni vida. Porque la vida incumplida es la imperecedera.
Y porque es al detenerse el tiempo cuando notamos su transcurso. Precisa hacerse estatua para que, fijados en el anzuelo de su pretérito, advirtamos el desplazamiento. Germine “en el aire el eco / de tus voces”. El tiempo es un desliz de los días. De ellos pende el mundo como un
adorno en una fachada abandonada, que el viento cimbra pero no despega. Abandonamos
el ayer para idear que seguimos vivos. “La luz era la luz
/ cuando fue tuya”. La luz no es de nadie. Es una imaginación. Una mentira, cegadora,
para pensar que no estamos muertos. Somos, también, lo que no hemos sido.