Ser y no ser de una región que juega al escondite

28 de abril de 05


La sombra de Villalar no es alargada, sino más bien corta y rechoncha. Alopécica, con gafas y encorbatada. Su recuerdo, su presencia, su mensaje, no dura ni veinticuatro horas. Esto prueba que algunas cosas no se ven mejor con la distancia. Se las pierde de vista. Lo de esta vez ha sido un brindis a la lluvia -aunque fuera intermitente-. Un brindis con calimocho a pesar de que la ribera nos espera de soslayo tumbada a la orilla del Duero. Las resacas conmemorativas son de juguete porque aquí hay poco que celebrar. Quiero decir que todo pasa y nada queda.

La Historia de la Comunidad es la Historia de sus ríos. Cabría decir a lo Gerardo Diego: Castilla, Castilla, nadie a acompañarte baja, nadie se detiene a oír tu eterna estrofa de ‘lamento’ -por caso-. Aprovechando que el Pisuerga pasa por donde pasa, en ocasiones un puñado de cabezas protestan en la explanada por lo negruzco del carbón, que María nos deje sin galletas o a cuento de una autovía. Para las quejas serias preferimos la plaza Mayor. Principalmente si el equipo de fútbol corre peligro de descenso. Incluso aprobaríamos un suplemento al IVA si con él garantizásemos la visión nuestro once sobre el césped del Bernabeu al menos una vez por temporada.

El presi de Castilla la Nuestra no es como el del botones Sacarino, pero les une algo más que la complexión. No quiero enterarme de cuántos metros cuadrados tiene su despacho no sea que el agravio comparativo me tumbe de un cifrazo. Él no querría ser ministra: estaría en la nariz del huracán cada poco. Agazapado en Castilla, nadie le molesta. Ni el propio ni el ajeno -que no sabe si, como otros correligionarios, es de la cofradía del bigote-. En los informativos televisivos ponen una flecha sobreimpresionada para que el telespectador nacional le identifique. Es un amigo desconocido hasta para san Lesmes, patrón de Burgos, ciudad donde nació. Aun así, el santo titular de las iglesias comarcales descansa en el banquillo: el pantocrátor no está en la alianza de civilizaciones, sino en la alianza popular. Principio y fin del universo en los ochenta, noventa y principios de siglo veintiuno. Casi veinte años de logros. Las gaviotas pesan más que generaciones literarias, bizantinos, románicos y atapuercas juntos.

A propósito de la entrega de los Premios Castilla y León, Herrera echó un pregón de los que acostumbra. Vanas palabras. Sin efectos secundarios. De las que no dejan huella. Escritas para recibir palmaditas y regresar con mejor cuerpo al trono. El tono del discurso, más o menos brillante, más o menos moderado, dependerá de quien se lo haya escrito. Pero casi siempre suena similar. Acostumbra a hacer como Cela, que repetía conferencias que daba por nuevas argumentando que la gente no se queda con la copla y necesita oír las cosas más de una vez. Viene a ser una cantilena que sirve igual para un acto político que para la inauguración de un museo; lo mismo en el aniversario del nacimiento de no se quién que en la entrega de unos premios. Nos cuenta el orgullo que siente por su tierra, que trabaja para ella, etcétera. Hacia el remate del parlamento es conveniente fijar los titulares de la prensa del día siguiente. Ahí es cuando apela a la identidad regional y habla de conquistas para un futuro que nunca llega. No obstante, se presenta a la reelección con su mejor sonrisa y moja la oreja al resto.

Quien no pasa el examen del tiempo es la nota discordante. El poder ha escrito partituras de lectura única. Condenamos como herejes a los que cantan las verdades. Cuenta Carolina Martínez en este diario lo costoso que resultó llevar las instituciones a Villalar, constituir la Fundación Villalar-Castilla y León. A la postre, la Universidad de León quedó representada en el Consejo Social, Caja España en la Federación regional y la Diputación leonesa en la de Municipios y Provincias. Pero, después de tanto esfuerzo, el patronato ha extraviado una parte importante de su motor. “Finalmente no figura una de las formaciones que más empeño puso en su creación desde el principio, IU”.

Antonio Herreros y Pedro Conde pusieron el esfuerzo para que otros se secaran el sudor. Que IU, después de partirse la cara por la región, sea una fuerza extraparlamentaria es algo comprensible. No paradójico, descriptivo. El costumbrismo castellano y leonés pasa por cortar las alas del águila y dar pienso al grajo. Mientras la conciencia autonómica se derrama como vino en un cuero picado, las solapas de la Junta se llenan de medallas.

Mejor escuchar a Luciano Egido, quien aprovechó su paso por la anual entrega de premios para recitar unos folios. Se quitó el disfraz y seguía siendo escritor. Brillante. Entre metáforas y citas criticó “la vocación de comparsas” que tenemos asumida. Las palabras, “el hondón más hondo del alma”, le sirvieron para poner el acento en “las vocales abiertas, la contundencia de las consonantes, el afán de las esdrújulas”. Es una pena que se rescaten en los periódicos más frases del discurso de Herrera que del de Egido. O que se el presi se lleve las primeras páginas y no Fernando Urdiales, acreedor del premio mejor otorgado.

Reivindicar esta región es arduo porque la parte interesada se va desinteresando de lo que la contiene. A lo largo de una semana DIARIO DE VALLADOLID-EL MUNDO ha venido glosando en sus primeras nueve páginas por qué somos Comunidad histórica y las razones por que mereceríamos una consideración distinta. ¿Cómo habrá sentado en las nueve provincias?... Fuera del plano ideal no merecemos más de lo que tenemos, otra realidad casi dejaría de ser equitativa. Imagino a más de uno pasando rápidamente las páginas por si al tacto de la letra impresa contrajera una urticaria. Además de la parte de un discurso de Herrera, ¿qué es eso de la conciencia regional?

Una cosa es ser sabinos aranas y otra ejercer de antropófagos de nuestra cultura. Admitido esto, las reivindicaciones del Archivo suenan ridículas. Mera agitación. Las razones de la disputa son solamente políticas. Que si en Madrid siguiera Aznar -o estuviera su pupilo Rajoy-, iba a estar protestando Herrera. Si añadiéramos Moncloa a la situación actual, en la que el PP catalán reclama los legajos, iba a estar el alcalde Lanzarote poniendo el grito en el purgatorio. Vamos, yo no me creo que sea un problema de historicidades o de unidad de Archivo. Es un rifirrafe político, no más. Los pescadores del voto revuelven el río. Saben que somos lo que dicen nuestros cursos legales de agua. Río Duero, río Duero. De momento no necesitas trasvases ni lejanas desalinizadoras. Que algo es.

Mientras se ponen de acuerdo en el PP seguiremos esperando a que una galerna de secano nos entierre. El escenario de Villalar no se llena porque no hay topónimos que la colmen. Poco cambia que no empeore. Los 23 de abril son un grito afónico de la grandeza perdida por las campas del dieciséis, un canto gregoriano que acerca la música antigua al presente y advierte de cuán lejos aguarda el futuro.