Áspero mundo

22 de enero de 05


Hasta el 16 de enero se puede disfrutar en la sala de san Benito de ‘Las Brigadas Internacionales. Imágenes recuperadas’. Bajo este título habita una muestra sobre la ayuda que recibió el frente republicano en respuesta a la campaña emitida por la Internacional Comunista. Desde más de cincuenta países acudieron brigadistas para mantener la democracia en España. Esfuerzo baldío. El éxito de la exposición en Valladolid ha sido tal que se han agotado en pocos días los catálogos puestos a la venta. Algo inusual. Lo más atractivo procede del material inédito abierto al público: del archivo de Moscú, del PCE y de la ‘Generalitat’ de Cataluña.

Las piezas fotográficas y los carteles desplegados abarcan desde las Olimpiadas Obreras -ideadas frente a las de Hitler- hasta la remembranza de una intelectualidad antifascista no acabada en Miguel Hernández, Lorca y Alberti: el republicanismo no tenía fin en nuestro país. Hemingway, Marlene Dietrich, Errol Flynn, Orwell, Neruda, Octavio Paz, Malraux o Duke Ellington recabaron apoyos para la bandera tricolor. “Vinimos porque nuestros ojos abiertos no vieron otro camino”. Pero la lucha por la independencia, la defensa de la paz en el mundo y el denuedo porque aquel tren cargado de cruz gamada nunca entrase en Endaya parece que no fueron motivos suficientes para la Historia. La Guerra Civil también fue denominada ‘guerra de tinta’, por la información que generó.

“Soy un don de la Guerra Civil”, reconoce Ángel González comparándose a Egipto. Se refiere implícitamente a las torturas, las deportaciones, las albas de Aute, las salvas que dicen adiós, la autarquía. Vamos, el franquismo, esa “organización de la no libertad”, como la definía Nicolás Sartorius. Defiende el de Oviedo que apostar por la memoria “es apostar por un tipo de España en el presente”. “La memoria es una actividad del corazón”, según Eduardo Fraile en ‘Teoría de la luz’; “La memoria no es nostalgia, es conocimiento”, apunta Martín Garzo -también favorable a la recuperación histórica- en la presentación de ‘Los amores improbables’. Todos hablan de lo mismo, porque memoria, corazón y razón no están reñidos. Y menos que nunca, ahora que el amor no se concibe fuera del útero del pensamiento, ahora que habita en el corazón de la razón. El amor, como epicentro de todo que es, está muy cerca de la verdad, la memoria, la nostalgia y el conocimiento.

Esta exposición tiene mucho que ver con el Archivo de Salamanca y la petición catalana -o catalanista-. Veamos los dos extremos que protagonizan este sainete: la gula nacionalista -ese más difícil todavía del egoísmo, ese estómago del Nilo-; y el castellano viejo, cacique, esencialista y cabreado incluso -o sobre todo- sin razón. Como telón de fondo, los papelísimos. La prensa catalana dice que los políticos no son muy hábiles resolviendo problemas, “pero son insuperables creándolos”. Allí el PP de Piqué también es favorable a la devolución de los documentos. Aquí, la lumbrera belicista de Lanzarote valla la Historia.

El culebrón está permanentemente presente en nuestra Comunidad. Mucho se habla al respecto, pero ¿qué alberga el Archivo?, ¿dónde está el origen del expolio? ‘Salamanca’ nació para nutrir de ‘pruebas’ a los tribunales de la dictadura. Para algo tan simple y condenable como eso. La requisa de documentos sirvió para abrir tres millones de fichas y fusilar o encarcelar a decenas de miles de personas. El Archivo de Salamanca nació a causa de una orden del ministro de Gobernación Ramón Serrano Súñer, quien el 26 de abril de 1938 firmó la creación de la Delegación del Estado ‘para la Recuperación de Documentos (DERD)’. La misión exclusiva de este órgano era la requisa en las zonas conquistadas por las tropas franquistas de documentación de la Administración anterior, entidades, partidos, sindicatos y particulares “desafectos al Movimiento Nacional”. De las 160 toneladas de documentos arrebatadas, apenas se conserva el 10%. El resto fue quemado o convertido en pasta de papel. ¿Dónde estarán ciertas obras de teatro, la correspondencia entre poetas -Azaña y Carlos Esplá; Magí Muntaner y Alejandro Finisterre-? Se entienda como se entienda, textos privados que leyeron camisas azules y nunca los destinatarios, que son los copropietarios junto al firmante. ¿Han oído algunas personas hablar del derecho a la intimidad? Lo regula la Carta Magna... Este material poco pinta en el Archivo actual, otra cosa sería amontonar copias microfilmadas con el debido permiso.

Quizás la idoneidad, la prudencia, un sentido de la responsabilidad, una vieja ‘razón de Estado’, aconsejasen a Cataluña no solicitar nada. Ahora, cuando el dueño reclama lo que es suyo, le pertenece. De lo contrario, déjense robar, que perderán la propiedad con el paso del tiempo. Al cabo de los años será del ladrón. Se da la circunstancia de que, tan suyo es, que hasta el PP catalán pide que se trasladen los papeles. Este hecho debería hacer reflexionar. Cinco de cinco partidos. Ello no quiere decir que las mayorías tienen razón, pero da para pensar que parte del partido contra la reforma constitucional y por la unidad de la ‘España una’ considera que no es menoscabo en la integridad patriota que los papeles vuelvan a su hogar natural.

A ninguna persona de buena fe le deberá importunar que se quiera restituir la memoria de las víctimas del franquismo. Esta deducción facilona se ve contradicha por las sucesivas negativas del PP en el Parlamento a destinar fondos para este particular. Es el único grupo en oponerse. Qué empecinamiento. Los republicanos aceptan esta Monarquía, pero la derecha tiene tirria ante la República que añora Castilla del Pino, a partir de la cual la costumbre de vivir se dio con un manual de infractores bajo el brazo. La España violada, aquélla en la que florecía la escuela, como rememora Caballero Bonald. La misma que fue asesinada ante un paredón. La España de salmantino luto que sufrió un golpe de Estado, un levantamiento militar, una represión continuada hasta hace poco. La misma mancha de rojo sangre que al PP le ha costado condenar. Y eso que se le da bien apelar a esta conocida fórmula. No lo han hecho por lo que les une al fascismo franquista. El PP ha tardado casi treinta años en condenar esta violencia. El año pasado se vio obligado a contener la respiración y votar ‘sí’. “El PP por fin condena el franquismo”, se leyó en grandes titulares.

Esa defensa numantina de las no libertades se explica en un poema que Pepe Hierro dedicó a José María Aznar en 1996. Como el viejo iba morir antes de ver desatado el huracán despótico de la segunda legilatura imperial, se anticipó: “Váyase, señor Aznar / aproveche el entreacto / para cantar el cara al sol”. Al poeta, tan seducido por la verdad, tan acostumbrado a los márgenes de lo real, difícilmente se le engaña. Como al buen lector. El cuidadoso interés de la derecha española en pasar página sin haberla leído es una cantilena que la delata.

La democracia llegó con tanta urgencia que no hizo los deberes en la transición. A cambio de legalizar el Partido, tragó en exceso. El asesinato no prescribe. Dicen los chilenos que quieren perdonar, pero quieren saber también a quiénes, a cuántos, cuándo y cómo. Para que las chimeneas de Auschwitz se apaguen definitivamente hay que honrar al caído por encima de la prosa del vencedor. “Defender la memoria es defender la libertad del futuro”, dice Jesús Peroche, presidente de la Asamblea de Madrid por la candidatura de Gallardón. Porque la mala fe de algunos gobernantes sólo es comparable a su paradójica limpia conciencia.