8 de diciembre de 2014
“El Arzobispado de
Burgos reconoce exorcismos a una menor en Valladolid”. Titular de prensa.
La chica llega con un trastorno de
ansiedad y es llevada a un cura experto en Infiernos. El canónigo penitenciario
se excitó al verla y se lanzó a exorcizarla. Hasta trece veces seguidas lo hizo.
Para justificar tanto acto, se escudó en la “fortaleza” del
demonio. Inquietud en el
paraíso, al lado de esto, peccata minuta. En la novela, Óscar Esquivias da razón del
penitenciario de la catedral burgalesa Cosme Herrera, obseso de la Divina comedia, quien expuso: “Sostengo
que el Infierno dantesco es
literatura, gran literatura, seguramente la mejor que se ha escrito en lengua
vulgar. Mantengo que el Paraíso es
teología, de la más iluminadora, con atisbos que parecen más de libro revelado
que fruto de la industria de una mente humana. Pero he de defender también,
aquí, antes ustedes, que el gozne de la magna obra, el Purgatorio, no pertenece a ningún género literario o científico,
sino que es crónica, relato exacto de la realidad”. Según el canónigo, Dante
hubo de visitarlo para escribir esa parte, considerada, por él, libro de
viajes. Qué jugosa
posibilidad de exorcismos perdió el Arzobispado en la persona de Beatriz.