Brizna de lengua bífida

26 de diciembre de 2014

“Yo pienso que los guiones no son nada, sólo una línea que se modifica continuamente. Hubo escenas nuevas. Los diálogos fueron frecuentemente improvisados”. Víctor Erice, en mil novecientos sesenta y nueve, a propósito de Los desafíos, en Film Ideal. Después debió de cambiar de idea: su minuciosidad agotó el presupuesto de El sur hasta dejar la película incompleta y, de paso, abortar cualquier producción futura. Para un anuncio televisivo, puso al equipo a minutar durante dos días el rastro del sol por el suelo de una estancia, midiendo los rayos filtrados a través del ventanal. Rodar diez minutos al día, esos en que dispones de la luz deseada; pintar un rato, no más, en la calle, como durante años Antonio López en Gran Vía. No es extraño que uno y otro se acabaran encontrando. Uno, explorando el símbolo y la imagen; otro, los límites del realismo, o, mejor, de la realidad. La jornada laboral más fatigosa dura un cuarto de hora si está bien ejercida. Tanto el entrecomillado como la refutación ulterior encarnan las posibilidades radicales del arte: exactitud matemática y happening. Si hay honradez y verdad.